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Ciudad

Historia de La Rinconada

Guarda y Collación de Sevilla

Cientos de nuestros habitantes, en poblamiento disperso en su mayoría, fueron aposentándose en esta Vega alrededor de ese núcleo que desde el s.XV significó la erección de la Iglesia, de estilo mudéjar y con columnas traídas de la entonces en ruinas Itálica, y con la mayor consistencia que se le dio al poder municipal surgido en las 4 calles que rodeaban al antiguo Hospital, convertido ya en Ermita, sometidos todos siempre –a pesar del extenso término que se nos concedió, más grande que el que nadie piensa- sometidos, decía, al Fuero de Sevilla, y formando parte de su alfoz hasta el punto de recibir el título de ‘guarda y collación de Sevilla’ al estilo que lo eran las más cercanas al extramuros de la capital, San Bernardo y Triana.

‘Sumisión’ a Sevilla que nos llevó a participar, entre las tropas sevillanas, en la conquista de Granada y a que, en el correr de los siglos, atrajéramos la atención de los Conventos y Monasterios de las diversas Ordenes Religiosas que se fueron asentando en Sevilla –la Cartuja, Santa Paula, el mismo arzobispo- y que nos tomaron como lugar para invertir, es decir, lugar donde tener sus principales fincas y cortijos de los que sacar, más que su producción directa, el valor de sus arrendamientos; con ellos se va produciendo un tercer momento de expansión y refundación de nuestra pequeña Rinconada (tras la del Hospital y la del agrupamiento alrededor de la Iglesia) pues muchos fueron los que se sintieron atraídos por el arriendo –relativamente barato para la altísima calidad de la tierra- de las huertas y cortijos que los Conventos y Monasterios (y la Catedral) ofrecían.

Refundación que se repite cuando en el s.XVII, en medio de la más profunda crisis nacional que se ha dado en nuestra Historia –tanta que ni la naturaleza “nos perdonó”: hasta una pequeña glaciación tuvimos en este siglo- nuestros antepasados eran de los poquitos que no pasaban auténtica y generalizada necesidad por lo que fuimos foco de atracción de multitud de hambrientos que bajaron de las sierras de Aracena, de Riotinto, del Castillo de las Guardas y de Castilblanco, y de la multitud de parados que aparecieron por los caminos de los Alcores a pedirnos trabajo y a establecerse entre nosotros.

Por Manuel Alfonso Rincón
(Historiador Local)

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