Los cuadros se encuentran dispersos, amontonados en el suelo, descansando sobre las paredes. En el atril un relajante paisaje campestre, el artista no siempre pinta lo que quiere. Junto a él los pinceles usados y la paleta manchada con una explosión de colores. Es el estudio de Samuel, un artista joven del municipio con mucho talento.
"Desde pequeño dibujaba o al menos eso es lo que recuerdo. Luego en el instituto estudié Bachillerato Artístico y a partir de ahí entré en la facultad de Bellas Artes", recuerda.

A menudo surge la pregunta de si el artista nace o se hace, probablemente sea una mezcla de ambas circunstancias. Una semilla que poco a poco va germinando para al final convertirse en un pintor, un escritor o un músico.
Samuel reconoce que el camino no es fácil, a pesar de contar con el apoyo de su familia "es difícil entender que un hijo decida seguir una vocación tan complicada". Sus obras actuales son un compendio de lo que ha ido guardando y aprendiendo a lo largo de los años. "Trabajar con el color siempre me ha obsesionado, su poder me atrapa, al principio sólo trabajaba con colores básicos, muy saturados y sin matices. Ahora soy muy colorista y me interesa la forma, la textura, y la figuración  del lenguaje plano de la pintura". Sus últimos cuadros parten de la idea del camuflaje, transforma imágenes reales a través de formas orgánicas coloristas, donde predomina el rojo, para terminar en cuadros abstractos que cuentan una historia.

Desde luego Samuel es un artista humilde y realista de las circunstancias que rodean a este mundo. "Nunca he sido demasiado ambicioso, me gustaría vivir de la pintura, pero eso es un espejismo, el arte no es para vivir de él" y es que cada año salen de la facultad más de cien artistas con grandes sueños y pocas probabilidades.

Ha expuesto su obra en Écija, en la facultad de Bellas Artes y por primera vez en solitario en el Encuentro Cultural Alamedeando, además en 2006 ganó el concurso de pintura local de La Rinconada.
Esto puede ser sólo el principio, tal vez en un futuro no muy lejano consiga lo que todos anhelan y sólo unos privilegiados consiguen: exponer en las mejores galerías del mundo y ser uno de los grandes. Como lo fueron Caravallo, Matisse, Rauschenberg, Zóbel… pintores de todas las nacionalidades a los que admira. Aunque no cree que "exista el artista perfecto", a excepción de Picasso y Velázquez que "estuvieron próximos a la perfección".

Como todas las cosas de la vida la pintura tiene pros y contras que escalonan el camino de los sueños. Para Samuel lo mejor de todo: "las sensaciones que se crean, los vínculos que se establecen entre los cuadros y uno mismo, es como si una parte de ti se desprendiese y quedase plasmada en el lienzo. También las relaciones interpersonales con los otros artistas. Creo que la tolerancia domina al arte y abre la mente a nuevas posibilidades y a afrontar la vida diferente". Lo peor: "a veces la frustración cuando no salen las cosas, también el precio de los materiales, los pocos beneficios que se obtienen, la competitividad". Y es que este arte requiere tiempo y trabajo duro y para Samuel, que se ve obligado a trabajar en otra cosa para poder vivir, esto se convierte en un hándicap. Por eso se rebela y quiere escribir en las paredes de su estudio la frase del artista pop David Hockney: "Pinto lo que quiero, como quiero y cuando quiero".

No renuncia a sus planes y no se rinde, probablemente pronto exponga sus cuadros en la localidad y da clases en su estudio a alumnos a los que ya les ve el talento cuando crean "un universo nuevo a partir de imágenes reales".
Por el momento no hay que olvidar este nombre: Samuel López Cuenca, porque la vida no es tan corta como parece y  quién sabe, tal vez algún día...