Es un edificio sombrío que se
erige en un recodo de
Iwasaki, que es un hombre polifacético, escritor a la vez que tutor y gestor cultural, colaborador en muchos periódicos de referencia, tanto de España como de otros países hispanohablantes, siempre presenta un semblante calmado y unos hábitos tranquilos. Y eso que no para de trabajar. Según su visión, pertenece a “una generación en la que era necesario adquirir una versatilidad que te pudiera dar más opciones de encontrar salidas laborales, una generación en la que trabajábamos en muchas cosas porque teníamos muchas necesidades”. Tal vez por la proximidad de su centro de trabajo al campo del Betis, gusta de añadir a modo de símil que “si un futbolista es medio centro, pero a la vez juega por la banda y defiende, ese tipo será un gran fichaje”. Toda una mentalidad que, para él, “no hemos sabido, o no hemos querido, inculcar a las generaciones actuales”. Consecuencia de ello, el autor peruano opina que las sociedades hispanohablantes “orientan más sus esfuerzos a desarrollar la cultura del placer, y no la del saber”, siendo esta una de las claves de su artículo galardonado.
“Del mismo modo que entre los diez mejores equipos de fútbol del mundo siempre encontramos a dos hispanos, deberíamos procurar que entre las 200 mejores universidades del planeta hubiera al menos una hispanohablante”, afirma Iwasaki a la vez que defiende un mayor incremento de los presupuestos destinados por las instituciones públicas y privadas al conocimiento. Que el español es una de las lenguas supremas del arte y las letras no lo niega en ningún momento, pero para él “que un sueco tararee una canción de Shakira no es suficiente si el idioma español no consigue incorporarse como una lengua de referencia científica, ámbito en el que nuestro idioma es insignificante”. La desaparición de las bibliotecas de libros en castellano existentes hasta hace poco en ciudades como Nueva York o Tokio, donde las comunidades de hispanohablantes forman núcleos muy potentes y crecientes en número, es el factor en el que se apoya Iwasaki, para quien “la audiencia de un partido de futbol es un dato, pero no el dato que debemos seguir, porque no confirma que esos millones de televidentes consuman literatura o vean cine en español. Solo indica que ven fútbol”.
Así, defiende como actores clave en la defensa de las letras castellanas a aquellos autores que proviniendo de países extranjeros, que han sido criados con otra lengua materna, han optado por el español para desarrollar su carrera como autores literarios, grupo al que define como “la mancha extraterritorial”. Max Aub es un buen ejemplo de este grupo de autores que destaca Iwasaki, que se sintieron identificados por diversos motivos con la cultura hispana hasta el punto de adoptar la lengua castellana como propia para escribir sus trabajos. Para Iwasaki, “al mismo tiempo que aplaudimos a los escritores que adoptan el francés o el inglés, cuando su lengua materna es otra, deberíamos alabar y aplaudir también a los que adoptan el español”.
Continuando en esta línea de
defensa de la identidad del idioma español y de la necesidad de mejorar ciertos
aspectos de la sociedad hispanohablante, el premio Don Quijote de Periodismo, Fernando
Iwasaki, no puede sino elogiar siempre a