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Homenaje a los reclusos políticos que construyeron el Canal de los Presos

Cultura y ocio |

Una exposición honra a los presos políticos que trabajaron en pésimas condiciones en la construcción del Canal del bajo Guadalquivir de 158 kilómetros

Desde el 20 de mayo y hasta el 26 de junio, La Villa acoge una exposición sobre ‘El Canal de los presos: 200 millones de lágrimas’ producto del trabajo conjunto del Museo de La Rinconada, el Aula de Fotografía de Factoría Creativa, alumnos de tercer curso del IES San José y el área de Cultura y Memoria Histórica.

A lo largo de los próximos meses, los alumnos del instituto San José trabajarán en los contenidos de la muestra haciendo un recorrido a través de la historia del canal, el contexto en el que se desarrolla, testimonios personales y apartados gráficos.
Por otro lado, los usuarios del Aula de Factoría harán las fotografías del canal en la actualidad. Todo este trabajo será supervisado desde el Museo.

Como señala la delegada de Cultura y Memoria Histórica, Raquel Vega, “educación, cultura y memoria histórica se dan la mano en este proyecto que pretende dar visibilidad a los presos políticos que trabajaron en la construcción de este canal en pésimas condiciones, sin derechos, en jornadas interminables por el simple hecho de pertenecer al bando perdedor de la Guerra Civil”.

Historias de enfermedad, hambre, muerte y dolor
El Canal de los Presos, cuyo nombre era Canal del Bajo Guadalquivir nace en la presa de Peñaflor, en el río Guadalquivir y recorre 158 kilómetros hasta morir en el caño de Trebujena. Se construyó entre 1940 y 1968 con la exclusiva financiación de las obras por parte del Estado para beneficio de los terratenientes y aprovechando el trabajo esclavo de miles de presos políticos.

Las obras fueron realizadas por presos políticos, organizados por el Servicio de Colonias Penitenciarias Militarizadas que tenían su base en los campos de concentración de Dos Hermanas, primero en La Corchuela y después en Los Merinales o en El Arenoso, próximo a Los Palacios, desde donde eran desplazados a los lugares de las obras o “vivían” en campos o depósitos temporales en los lugares de trabajo. También trabajaron en su construcción libertos o expresos (presos en libertad condicional) que no tenían otro lugar para trabajar o que de esa forma acortaban en tiempo de condena, y obreros contratados.

La construcción costó 200 millones de pesetas y posiblemente el equivalente en sufrimiento y lágrimas de los que se vieron forzados a trabajar en él. Enfermedad, hambre, muerte y dolor formaron parte del día a día de los presos.

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