Cafetería Heladería El Ahumao ofrece a sus clientes variedad de dulces y helados artesanos en un marco privilegiado de San José, como la barriada Almonazar, con el mejor servicio en un local a la última, pero con cincuenta años de historia
Resulta difícil imaginarse la barriada Almonazar sin el antiguo Bar Álvarez. Se trata de un establecimiento con más de cincuenta años de historia, que ha sido testigo de la evolución de La Rinconada. Un auténtico establecimiento familiar, en todos los sentidos. Tres generaciones que se han ganado a la ciudadanía no sólo por el estómago, que también, sino, sobre todo, por su cercanía y su sencillez. Sin duda, todos ellos son lo que llamamos en Andalucía ‘buena gente’, en la mayor amplitud de la palabra. Primero fueron José y Antonia, que cedieron el testigo a su hijo Ángel y a su esposa Amparo y éstos, posteriormente, a Francisco Javier y María del Mar, con sus respectivas parejas, Manoli y Luis Miguel. A este último todo el mundo lo conoce como Luky y a los demás, desde José, como los Ahumaos. Quizás por eso, han elegido ese nombre para su nuevo establecimiento, con el que han reinventado el negocio y han apostado por una cafetería heladería que mantiene el mismo servicio y trato al cliente de siempre, pero sustituye las tapas y raciones por pasteles y helados artesanos. La familia la completan José Ángel y Jesús Manuel. “Aunque mantenemos nuestros desayunos, que tradicionalmente han sido un aspecto fuerte en la empresa, hemos dado un giro para convertirnos en una cafetería heladería, en lugar de un bar”, destaca Francisco Javier.
Tras someter el local a una profunda remodelación que ha cambiado por completo su fisonomía, realizando obras en el suelo, en las paredes o en la barra, así como renovando la totalidad del mobiliario, El Ahumao abrió sus puertas, con gran éxito de público, lo que implica que sus dueños estén satisfechos. “Desde que hemos abierto no nos podemos quejar, la gente está viniendo y está repitiendo, que es quizás lo más importante”, comenta Luky, quien añade: “Los helados están teniendo más salida que los pasteles, porque estamos en verano, pero tanto los que prueban una cosa como otra acaban satisfechos”.
El Ahumao es también un sitio ideal para tomar una copa, por la tranquilidad y la zona en la que se encuentra, rodeado de jardines en una zona peatonal. “Ofrecemos primeras marcas y ajustamos al máximo los precios porque sabemos que vivimos tiempos difíciles”. En este sentido, son numerosas las promociones, los regalos y las degustaciones que preparan. Como comenta Francisco Javier, “tenemos 2x1, fiestas diversas y el otro día invitamos a una tapa de caracoles con cada consumisión”. Eso sí, cosas como esa, unidas a la tradición del establecimiento, llevan a algunos clientes a equívocos. “Todavía hay quien entra despistado en la cafetería y te pide un serranito para llevar porque lleva muchos años pidiéndolo”, comenta Luky entre risas.
Hasta la Jira han abierto de forma ininterrumpida de lunes a domingo desde las 8 de la mañana hasta la madrugada, pero tras la Feria empezarán a descansar los lunes.
Tienen claro que es lo que no puede cambiar nunca, aunque no renuncian a seguir creciendo. “Al público hay que ofrecerle calidad a un precio que se pueda permitir y hacer que se sienta como en casa, porque si está a gusto, volverá otra vez”, destacan los dueños.
Lo que está claro es que, ya sea para un chato de vino y una tapa de carne en salsa, como antes de la reforma, como para un café con un pastel artesano, El Ahumao es un punto de encuentro intergeneracional, donde conviven abuelos, que ya eran clientes en los inicios del establecimiento, con padres, hijos y nietos, que se incorporan a la clientela. Y todos vuelven. Por algo será.