Se puede decir que ha tenido el tiempo de los rinconeros en sus manos durante 53 años. Primero desde la Calle Málaga, después desde la calle Córdoba, Domingo Portillo Jerez ha ofrecido sus servicios de relojería, de reparación, asesoramiento y venta durante más de cinco décadas, convirtiéndose en una figura imprescindible del panorama comercial de la localidad. Por todo ello, Raquel Vega, I Teniente Alcalde de la localidad, y Antonio Marín, delegado de Comercio, le rindieron visita homenaje para agradecerle tantos años de dedicación.

Ahora le llega el momento de su retirada, de su merecida jubilación y reconocimiento de su importante labor y no solo como comerciante. Es lo que destaca de tantos años de dedicación, su relación con sus clientes, en muchos casos amigos con los que ha departido sobre todo tipo de temas y aficiones.

“A lo largo de tantos años, como soy un poco extrovertido, hablo mucho, entonces tengo muchos clientes con los que tengo amistad con ellos, no ha sido solo un intercambio de yo te arreglo y tú me pagas, sino que hay muchos clientes con los que he empatizado, hemos hablado de literatura, de viajes, de cine, de muchas cosas”.

Domingo ha sido el relojero de cabecera de muchos vecinos y vecinas de la localidad gracias a la relación estrecha que mantuvo con su padre, relojero pionero en el barrio, con el que pasaba mucho tiempo en su relojería. “De niño, cuando salía del colegio, en vez de irme con los amigos a jugar, me iba con mi padre a la relojería. Allí había algo que me llamaba mucho la atención, como los mecanismos que se movían…”, ha explicado.

Con once años, comenta Domingo con cierto arrepentimiento, se le ocurrió la idea de decirle a su padre que no quería ir al colegio.  Su padre aprovechó su interés por la relojería para ponerlo a las órdenes de un profesional. Pasó a ser aprendiz y, tres años más tarde, a formar parte de una de las empresas más importantes de Sevilla, la famosa ‘Casa sin balcones’, donde se formó como profesional.

Con solo 17 años decidió Domingo usar la libertad de la juventud, esa que rehúye de jefes, para montar su primer negocio en la calle Málaga, donde ofrecía servicios de reparación. 19 años más tarde, se pasó a un local de la calle Córdoba para, desde su número 47, expandir sus servicios de relojería.

“He sido muy feliz con mi trabajo, he hecho lo que quería hacer toda mi vida, mi trabajo me ha apasionado siempre y tengo una cartera de clientes grande a los que les estoy muy agradecido”.

De estos 53 años de atención al púbico no recuerda ninguna anécdota especial, más allá de que en cierta ocasión se le desplomara un cliente en la tienda, para quien tuvo que llamar a una ambulancia. “Yo he tenido un negocio muy tranquilo. La gente viene, deja su reloj, charla un poco conmigo…”, ha asegurado Domingo.

Respecto a la nueva vida que aborda ahora, reconoce que le está costando asumirla porque tiene un poco de añoranza. “Yo me veo todavía con 17 años, con los pelos largos, escuchando a Pink Floyd, montando un negocio”, ha afirmado. No obstante, parece encararlos con la mayor de las energías y muchos proyectos.

Su afición por la literatura, el cine, el teatro, en definitiva, su afición por las actividades culturales, le lleva ahora a querer abordar actividades que quizás no pudo afrontar antes como deseaba por haber tenido en sus manos el tiempo de los demás, paradojas de la vida.

El Aula de la Experiencia, la Escuela de Música o viajar, están entre sus prioridades más inmediatas, según nos cuenta mientras desarrolla otra de sus grandes aficiones, disfrutar del campo.