El San José logró ante el Aroche una victoria balsámica, casi milagrosa, en un partido en el que los hombres de Che no fueron brillantes, pero derrocharon corazón en cada balón que tuvo el partido. No fue fácil. De hecho, fue complicadísimo, porque los cañameros lo tenían todo en contra: A sus propias miserias de esta temporada se unían las bajas por sanción de Miguel Montaño, Dani y Álvaro Lora, titularísimos en el equipo, y las bajas federativas de Rafa Giménez y Cristian Mariscal (que ha durado un suspiro), amén de la Kisko, que ha fichado por el Rinconada. Como cara nueva, solo el lateral zurdo Nacho Palomares, que ha llegado del Espartinas, de Segunda Andaluza, mientras la secretaría técnica se afana en buscar un lateral diestro y en convencer a Saborido para que vuelva a enrolarse en el proyecto azulino.

El resto de problemas vinieron durante el partido. Lobo pudo marcar en un remate a bocajarro, pero el meta Javi desvió a córner. Los onubenses no creaban peligro, pero en la primera que se fueron arriba forzaron un penalti tras ganar con facilidad la espalda a la defensa. Isaac lo lanzó arriba y dio la primera vida extra a los de José González Fajardo.

Tras el penalti a los azulinos empezaron a temblarles las piernas y el dominio absoluto pasó al Aroche, que tuvo dos clarísimas para adelantarse: una la desvió Sebas, que volvía a la titularidad, de forma magistral, y la otra se fue lamiendo el palo izquierdo del cancerbero cañamero.

En el epílogo de la primera parte, Lobo recibió un balón desde la derecha, se metió en el área entre tres contrarios y sacó un disparo seco al primer palo que sorprendió al arquero onubense, que llegó a tocar el balón, pero no pudo evitar que se colara en la portería para adelantar a los del Felipe del Valle. Mucho premio para lo visto, pero a nadie se le escapaba que lo de jugar bonito era muy secundario.

La segunda parte empezó mal, con la expulsión por doble amarilla de Jurado, que dejó a los azulinos con diez. Torpeza del futbolista, que se retiró lamentando que había tocado balón, y rigurosidad del gaditano Romero Llamas, que perjudicó bastante al San José con sus decisiones, cuanto menos, polémicas. Y es que, poco después, Lobo hizo un control orientado maravilloso, se metió en el área y fue claramente derribado por un defensor onubense, pero el trencilla, muy bien colocado, dijo aquello de “sigan, sigan”, para enfado de una grada en la que el frío y la marcha del equipo también habían hecho estragos.

Tras eso, y a pesar de que el Aroche no creó peligro claro, el dominio de la pelota, los balones colgados y el ronroneo del balón por el área de Sebas hicieron que el final fuera de infarto, esperando el silbato del árbitro, que llegó en el 96 para alegría azulina que, aunque no sale del descenso, sí da un paso al frente, contra su mala racha y vuelve a creer en conseguir la permanencia.