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El Rinconada cae derrotado en Lora en un partido en el que faltó fluidez y concedió en exceso
El partido del Rinconada en el
campo ‘Nuestra Señora de Setefilla’ se pareció poco al que los de Nando de la
Rosa jugaron el pasado fin de semana ante el Camas. El cuadro rinconero concedió
en exceso a un rival que, sin grandes alardes, se puso pronto en ventaja y se
dedicó a vivir de la renta.
Ya de antemano la empresa se
antojaba difícil. Independientemente del momento loreño en la clasificación,
uno veía en el césped a jugadores de la talla de Enrique, Rubén, Copete,
Ismael, Corriente, Kevin o Juanjo, entre otros, mientras que los del Ramos
Yerga llegaban con siete juveniles en la convocatoria porque las lesiones están
haciendo mucho daño al plantel.
Aún así, como reconocía Santi
Aragón antes del inicio, el once inicial era el equipo tipo de las últimas
semanas, un plantel competitivo en el que sólo llamaba la atención la presencia
en el once del juvenil Nono en el flanco diestro, con un más experimentado
Carlos Ávalos en el banquillo. Precisamente, los locales también apreciaron
eso, y cargaron el ataque por la banda que defendía el canterano, que sufrió en
exceso las acometidas de los de Chico. En el minuto 8, después de un balón en
el que a Edu de la Hera le faltó contundencia en el despeje, llegaría el primer
gol, obra del veterano Enrique, que recibió en el área chica sin oposición y
fusiló a Jairo, que nada pudo hacer.
Los rinconeros mostraban una preocupante
falta de fluidez en la circulación de la pelota, pero pudieron empatar a balón
parado, después de una falta señalizada por Raya González sobre Rubén Montero,
que un Luis Cubero en estado de gracia -aunque ante el Lora no fue su mejor
partido-, estrelló en el larguero de la meta defendida por Úbeda. Mala suerte,
ya que el gol, sin duda, hubiera cambiado los designios del partido.
Quien no falló fue el Lora en el
28. Balón de banda a la espalda de Nono, muy blandito, que Kevin aprovechó para
servir en bandeja a Juan el segundo tanto local. Ni media hora de juego y el
Rinconada ya perdía por 2-0 y no daba signos de reacción.
En la segunda mitad entró Carlos
Ávalos para reforzar la defensa y el ataque por la diestra, donde Luis Cubero
no era capaz de superar a Copete, pero el Rinconada seguía falto de fluidez,
incapaz de hilvanar jugadas y apostando sus opciones al balón parado. El Lora,
por su parte, no exponía en exceso. Se dedicaba a contemporizar, aunque no
renunciaba a acercarse a los dominios de Jairo, eso sí, siempre vigilando la
retaguardia.
En el 66, los de Nando de la Rosa
se metieron en el partido. Fue, como era de esperar, a balón parado, en un
balón servido desde la izquierda que Rubén Montero cabeceó a la red.
Veinticinco minutos más el alargue tenían los del Ramos Yerga para tratar de
revertir la desventaja. Kisko entró al campo en busca de mayor mordiente
ofensiva, pero lo cierto es que fluidez seguía brillando por su ausencia, a la
vez que el Lora metía una marcha más, lo que hacía al Rinconada dudar en irse
arriba. El balón parado parecía ser la única opción, como durante todo el
partido, y a ello se aventuró el Rinconada, que, justo es reconocerlo, no creó
peligro a los dominios de Úbeda.
Con todo el tiempo fue pasando.
El Rinconada pedía al colegiado que computara el tiempo que se perdía sin jugar
en la segunda parte, que fue bastante, pero la sensación en el campo era que,
aunque el partido durase una hora más, salvo que mediara una jugada aislada en
la que la fortuna se vistiera de blanquiazul, el marcador no se iba a mover. Al
final, los rinconeros volvieron a la senda de la derrota, convirtiendo el duelo
del próximo fin de semana en el Ramos Yerga ante el Pilas, en una auténtica
final si se quiere optar todavía a alejarse de los puestos de la quema. A ver
si durante la semana, Nando puede recuperar efectivos y los rinconeros pueden hacer
valer ese aspecto tan simple y, a la vez tan complicado, de no regalar
ocasiones a su rival.
Toca pasar página y empezar a trabajar porque la próxima semana es distinta y los blanquiazules tienen una nueva oportunidad para que el sueño continúe.