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Teo y Mari, dueños de este negocio local, han trabajado incansablamente durante más de tres décadas y como ellos mismo afirman: “creemos que el secreto de habernos mantenido siempre ha sido por nuestra compenetración a la hora de trabajar y nuestra clientela”
María del Carmen Guijarro Jiraldo (62 años) y Teodomiro Miranda Cuenca (64 años) son dos buenas personas, y ser dos buenas personas es una de las mayores virtudes que puede tener el ser humano. A ello hay que sumarle que son gente trabajadora, valiente y familiar, que han luchado durante treinta años para hacer de Cafetería Teo, un negocio de referencia en la hostelería del municipio. Pero sus historias empezaron mucho antes…
Teodomiro, Teo para todo aquel que lo conoce, nació en una
choza en Chapatales, lo que hoy son fincas de regadío. A los 14 años emigró
junto con toda su familia a Ibi, en Alicante, para trabajar en las fábricas de
juguetes que, en aquella época, daban trabajo a media España. “Yo me fui, pero
pensando en que tenía que volver y así se lo dije a mis padres: yo me voy, pero
en cuanto pueda vuelvo para San José”. Cuando llegaron a Ibi, al día siguiente
ya estaba trabajando.
María del Carmen, Mari, nació en Calzadilla de los Barros,
un pueblo de Badajoz y al igual que Teo, emigró junto con toda su familia,
cuando ella tenía 7 años, a Ibi, a trabajar en las fábricas, donde empezó con
14 años. Como explica Teo, “cuando yo llegué en los años setenta Ibi tenía unos
7.500 habitantes y cuando nos fuimos de allí, en los años ochenta, la población
era de 38.000”.
Fue en una de esas fábricas donde sus destinos de cruzaron,
a los 16 años. Tras seis años de noviazgo, se casaron. Teo había estado
trabajando en la fábrica hasta los 19, pero como no le gustaba y en los fines
de semana, para echar una mano en casa, trabajaba en la hostelería en negocios
de la zona, decidió que era a lo que quería dedicarse profesionalmente.
Con 24 y 22 años alquilaron un bar, el Jijona, para
regentarlo ellos, pero los hijos vinieron rápido y la falta de tiempo, les hizo
decidir volver a un restaurante para el que trabajaba. Sin embargo, el runrún
de volver a San José aún permanecía y en una visita en agosto de 1987, un tío
de Teo le mostró un local en la calle Madrid y sin pensárselo, o tal vez sí que
lo tenía soñado desde hace mucho, lo alquiló por 45.000 pesetas.
“La decisión que tomamos, de dejarlo todo en Ibi, a nuestra
familia, un piso que nos habíamos comprado, con dos niños pequeños, dejando
nuestros trabajos allí, no fue una decisión fácil, pero pensamos que era ahora
o nunca”, afirma Mari.
El 28 de abril de 1988 abrían Heladería Teo donde “vendíamos
mucho, pero lo cierto es que la gente no acostumbra a tomar helado en invierno,
sobre todo antes, así que pensamos que teníamos que abrir cocina, porque
teníamos que vivir y salir adelante y así lo hicimos”, explica Teo.
Al frente de los fogones se puso Mari, una mujer valiente
que hasta la fecha no había trabajado de cocinera, pero su buena mano en la
cocina casera y “mirando recetas en libros” hicieron que su cocina tradicional fuese
una de las marcas de la casa.
Sin embargo, estos dos emprendedores quisieron seguir
avanzando y a los 9 años de tener la heladería compraron un local, unas casas
más abajo, donde ubicaron definitivamente su hogar y Cafeteria Teo. “Con la
mala suerte de que, a los tres meses de abrirlo, lo abrimos en febrero de 1997,
toda la calle Madrid se levantó en obras para arreglarla y eso duró seis meses,
lo que hizo que estuviéramos en números rojos. Cuando las obras acabaron
empezamos a funcionar y hasta el día en el que nos jubilamos”, afirman ambos.
El secreto de que se hayan mantenido durante treinta años se
debe, como ellos mismos señalan a “nuestra compenetración a la hora de trabajar,
pero también a nuestra clientela fiel que ha confiado en nuestro trabajo”.
También hay que añadirle la cercanía, su exquisito trato, su buena cocina, su
constancia, esfuerzo y las muchas horas de trabajo que han echado en ese
restaurante, que en épocas de calor han llegado a las 18 horas seguidas. Porque
trabajar en la hostelería no es fácil, ni tampoco triunfar y mantenerse. Se han
cerrado muchos bares y se han abierto muchos otros y, en esa marea, Cafetería
Teo ha permanecido ahí.
Se sienten agradecidos por sus hijos que, como explica Mari
con orgullo, “nos han ayudado, han hecho sus estudios universitarios mientras
trabajaban en el bar, son unos hijos ejemplares que se han sabido adaptar a las
circunstancias”.
La decisión de jubilarse Teo un año antes viene por el hecho
de que la salud de Mari ha estado un poco resentida en los últimos tiempos y
Teo no se ve trabajando con otra persona que no sea ella, así que “encontré una
persona interesada en alquilar el bar y así lo hicimos”. También cuenta el
hecho que llevan 50 años trabajando, desde los 14 ambos, y ya es hora de que
disfruten un poco del tiempo libre, aunque como dice Teo: “todavía no nos ha
dado tiempo a pesar que vamos a hacer. Nos hemos dedicado en cuerpo y alma a la
hostelería, así que supongo que retomaremos el baile, que nos gusta a ambos,
visitaremos más a la familia de Alicante y por supuesto disfrutaremos de
nuestros nietos”.
Se merecen un descanso dorado, con los suyos, una nueva etapa que se muestra brillante ante ellos. Porque no hay que olvidar que son dos buenas personas.