15/03/2009
Manuel Alfonso Rincón
Como les decía la quincena pasada, perdónenme ustedes por lo desatendido que he tenido el tema del fútbol: yo venga a contarle datos y más datos de tiempos más o menos lejanos de revoluciones y hambres y cultura sin ver que un punto fundamental de eso, de nuestra cultura, de nuestra forma de vivir, es el fútbol.
Y lo prometido es deuda y si el TomaNota pasado fue el San José y la pérdida de su campo, de nuestro campo de siempre, hoy nos vamos al yo creo que el año en que el Rinconada escribió su página más brillante, el año en que ya, cuando se acercaba el final de la Liga, se veía que íbamos a ser los que jugaríamos la liguilla de ascenso ¡nada menos que a Tercera!
La temporada la empezamos como siempre, luchadores pero humildes, merodeando el centro de la tabla como era natural para el presupuesto que manejábamos, siete millones de pesetas, el más bajo de toda la Preferente, y ostentando los primeros puestos los grandes, el pedazo de Dos Hermanas de casi siempre y esas otras grandes ciudades como Utrera y Marchena.
Pero silenciosa y trabajosamente, sin hacer mucho ruido, fuimos poniéndole un 4-1 al Puebla de Cazalla, pueblecito que en fútbol nunca fue moco de paco, un 1-2 al Alcalá. Allí, equipito que no andaba mal de dinero que digamos, un 1-0 al Sanlúcar, otro gallito de aquel año, y al empatar en el campo del gigante Dos Hermanas. Nos acercamos a la cabeza sólo nos faltaba el Puebla, el Puebla del Río, que siempre tuvo buena cantera.
Ya para entonces, a la vista de la meta, del final de la Liga, nuestro portero José Luis Bravo, que había venido del Altaír, San José y Los Palacios, empezó a suscitar el interés de los medios, que ya todos se acordaban, al verlo defender nuestra portería (usted sabe que lo principal es la labor de equipo, la buena defensa, pero así es el fútbol), todos se acordaban, no sólo de esos pasos mencionados sino de que había sido campeón de España con la Selección andaluza.
Y si miraban a Bravo ¡no digamos al Rinconada entero, la revelación de la temporada!, ¿y quién lo entrena? un extremeño llamado José Vasco, desde el año pasado.
Pero nosotros nada de elogios y vamos a la pelea, y dejamos atrás al Puebla, y nos vio el dorsal el Utrera, y seguimos ganando partidos pero sin conseguir adelantar al Dos Hermanas y al Sanlúcar, nada, que no se dejaban los hijos.
Hasta que le metimos seis chupetes al Camas mientras ellos hacían el chirivaina y todos por detrás. Y nosotros los primeos faltando sólo remachar ese primer puesto en el campo del Diablos Rojos, ya descendido, y ¡conmoción en la Preferente: un David, el Rinconada, se ha comido a 17 Goliats como 17 gigantes!
José Vasco saltaba de alegría y todo el que pudo que se fue al campo del Diablos y el que no, venga al transistor a oír Radio Guadaira que daba una simultánea para los que tenían la ilusión de bajarnos al segundo puesto, y nosotros a gritos con el transistor al oír cómo nuestro mejor delantero Javi (también demasiados ojos puestos en él) abría el marcador a los 12 minutos dejando las cosas claras, e Ito 'enchufó la manguera' (frase textual de Radio Guadaira aquel día) y le metió otros tres en la primera parte y otros dos en la segunda a aquellos pobres Diablos Rojos (Ito te has pasado) a los que dejó que más parecían unos angelitos, Angelitos Azules.
El éxito era enorme, el año triunfal increíble: nadie lo hubiera pensado a principios de temporada, que el pequeño Rinconada iba a ser el que se batiera con los rinocerontes La Palma y Rota, recién bajados la temporada anterior, y los 'colmillos retorcíos' Egabrense y Arcos, para ver quién de ellos subía a la división de honor, categoría nacional, que es la tercera.
La historia continúa en la próxima quincena.