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0-1: Mucho por hacer (y por cambiar)

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Segunda derrota del Rinconada ante un Cerro que aprovechó de penalti uno de los errores blanquiazules en un partido muy malo de los de Nando, que caen al farillo rojo de la tabla y dejan signos de preocupación

Segunda derrota del Rinconada en otros tantos partidos. El equipo de Nando de la Rosa cierra la tabla en su subgrupo de Primera Andaluza. Frente al Bellavista, un penalti evitable condenaba a los blanquiazules, que tuvieron ocasiones para haber obtenido un mejor marcador. Frente al Cerro se repetía la historia y un penalti, tan claro como evitable, hacía volar los puntos del Nuevo Ramos Yerga. Hay que decir que, aunque el patrón parezca el mismo, ambos duelos evidenciaron muchas diferencias, y no para bien precisamente.

En Bellavista hubo capacidad de reacción, se generaron ocasiones y el lastre fue la falta de definición. Ante el Cerro, a excepción de un par de acercamientos, con una buena parada del portero local en la primera parte con 0-0, el Rinconada no mostró nada. En realidad, sí mostró, signos para preocuparse por las capacidades y las opciones reales del equipo. Se hizo evidente que el plantel se ha debilitado considerablemente respecto al año pasado. Que las bajas de Moi o David Cuevas no se han sustituido. Que la defensa regala en exceso, al centro del campo le falta orden y a los delanteros pólvora. O, al menos, así fue ante el un Cerro que tampoco demostró ser de otra Liga. A mayores de la ausencia de nombres importantes, ante los capitalinos se notó en exceso la falta de un líder, de David Cuevas Pérez, si queremos ponerle nombre y apellidos. El goleador blanquiazul, independientemente de que estuviera más o menos acertado, de que tuviera su día o no, siempre se ofrecía, siempre tiraba del equipo, siempre pedía la pelota y lo intentaba. Cuando sus compañeros levantaban la cabeza, ahí estaba él para ofrecerse. Frente al Cerro, eso no pasó. Nadie asumía la responsabilidad, nadie pedía la pelota, nadie tiraba del carro. Las miradas eran en busca de alguien que se ofreciera, que nunca aparecía. Y el equipo lo terminó pagando con la derrota.

Analizando el desarrollo del encuentro, el choque comenzó trabado. El Rinconada trataba de combinar rápido, de jugar al primer toque, y eso le hacía precipitarse, errar demasiado a menudo. El Cerro se mostraba ordenado, intentando salir a la contra, no renunciando a tocar el balón, pero dejando la iniciativa a los locales. La primera ocasión fue para los locales, pero el portero respondió con una buena parada al tiro del Rinconada. A partir de ahí, poco más que añadir para los de Nando. De la Hera y Gella, que ejercían de pareja de centrales dejaban demasiados huecos, Suárez y Aranda ponían voluntad, pero poco más, los centrocampistas jugaban demasiado acelerados, excesivamente nerviosos y desubicados, y los delanteros, más Kisko que Luis, estaban totalmente desaparecidos. Y no es que el Cerro arrollara, el que arrolló fue Charro, a un rival en el área. El árbitro no dudó y señaló penalti. Un penalti tan claro como innecesario, porque no había peligro claro en la jugada visitante. Charro entró como un elefante en una cacharrería y se llevó por delante al jugador visitante. Sergio, el capitán capitalino, batió a Checa desde los once metros.

Con ventaja de los de marino y naranja, se esperaba la reacción rinconera, pero lo que llegaron fueron tres clarísimas ocasiones de los visitantes, que sólo por mala fortuna o mala definición, no acabaron en gol. El Rinconada, lejos de espolearse por el marcador adverso, se quedó hecho un flan, cometió una imprecisión tras otra y pudo sufrir un castigo peor.

n la segunda parte, los de Nando volvieron a hacerse con el control de la pelota, aunque sin profundidad, sin generar ocasiones. El míster movía el banquillo, pero no encontraba quien resolviera la papeleta, quien se echara el equipo a la espalda. Los minutos pasaban y el Cerro vivía cómodo con la renta mínima, sin sensación de que su rival pudiera arrebatarle el botín que tenían conquistado. Ni siquiera intentó un fútbol más directo, llegar rápido a la meta rival, descolgar a los centrales en el área contraria para intentar conectar algún balón aéreo que tampoco se sirvió… Así fueron pasando los minutos, hasta que el colegiado indicó el final, que evidencia el gran trabajo que tiene Nando por delante.

Lo mejor es que esto no ha hecho más que empezar, que hay tiempo para voltear la dinámica. Lo peor es que las carencias no parecen fruto de un partido concreto, sino de falta de experiencia, de recorrido y de plantel. En Camas, el próximo sábado a las 19:00 horas, será otra historia, ojalá que con final feliz. Ojalá la plantilla se encargue de desmentir a este cronista y consiga, a la tercera, la vencida, la primera victoria que, sin duda, dará confianza y hará ver las cosas de otra forma.

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