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2-1: Honores para el Rinconada pese a la derrota

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El equipo de Nando de la Rosa no pudo superar al Villafranco y se queda a un paso del ascenso a División de Honor. Aunque faltó la guinda del pastel, la temporada del cuadro blanquiazul ha sido para quitarse el sombrero

El Rinconada no jugará la próxima campaña en División de Honor. En el último partido, ése que decide de forma cruel quién sube de categoría después de un año mereciéndolo, el resultado salió cruz y fue su rival, el Villafranco, quien consumó el salto de categoría.

De antemano no estaban igualadas las fuerzas, puesto que a los de Diego Román les valía el empate. El Rinconada debía ganar el partido para ascender. Viendo el juego exhibido en semifinales, y el que había realizado el Villafranco frente al Morón, los de Nando sabían que tendrían opciones, pero nada más echó a rodar el balón se vio a un equipo isleño muy bien plantado, con las ideas muy claras, sin fisuras y demostrando mucho más nivel que frente a los aruncitanos.

El Rinconada trataba de defenderse. Sabía que le llegaría su oportunidad, pero el abanico de opciones de los aurinegros era demasiado grande. La vanguardia de los del Rafael Beca, con Seydou y, sobre todo, Maraña, con una movilidad que cercenó la seguridad defensiva del Rinconada, era letal. Fue el ‘7’ de los de Isla Mayor el primero en tener una opción clara. Tras irse de Gata, disparó a puerta y el balón se fue rozando el palo. Fue el primer “uy” del partido y un serio aviso de que el rival enfrente tenía mucha más ambición que el Ventippo siete días antes.

Los rinconeros trataban de hacer su juego, pero el centro del campo era del Villafranco y eso hacía sufrir a los del Ramos Yerga, que no tenían el balón.

Conforme pasaban los minutos el dominio aurinegro se acrecentaba, y el Rinconada se multiplicaba en defensa con continuas ayudas para apagar los fuegos que se ocasionaban. Poco a poco, el equipo de Nando fue saliendo de la cueva, fue dando pasos al frente, puesto que tenía la obligación de ganar. En el 37, un balón suelto en la frontal lo cazó Mimi, que poco antes había tenido la primera de los suyos. En este caso, sacó un zapatazo que se estrelló en el larguero y botó en la línea de gol. El rechace que Rupe mando a la red estaba invalidado por falta del ex del Camas al arquero. Fue la ocasión más clara, del hombre de los goles decisivos. Si hubiese entrado hubiese cambiado la dinámica del partido, pero la suerte no se alineó de blanquiazul.

En el 41 llegó el primer mazazo con el gol de Seydou para el Villafranco. El equipo lo buscaba en balones aéreos y daba la sensación de que era capaz de bajar un frigorífico del cielo. Un balón que le llevó lo echó al suelo y, aun cerrado por dos hombres, sin ángulo ni espacio para armar la pierna, fue capaz de mandar un disparo seco, duro y potente a la cepa derecha del palo de Iván, que se lanzó bien, pero fue incapaz de pararlo. El duelo se ponía muy cuesta arriba porque el Rinconada necesitaba dos tantos y Diego Román tenía una muralla que, hasta ese momento, se había mostrado infranqueable.

El Rinconada acusó el golpe. Fue como si esa ilusión y ese optimismo del que hacía gala el equipo horas antes del comienzo se desmoronara. De hecho, en la primera jugada casi de la segunda parte, Juanma perdió un balón impropio del él y Maraña se plantó solo ante Iván. Sólo la agilidad y rapidez del portero evitó el segundo gol aurinegro. Pero esa tónica se hacía más evidente. Quizás, no con fallos tan groseros, pero los rinconeros dudaban y Maraña desangraba a la defensa, desbordando a un Gata que debió hasta soñar con él. Además, el jugador se complementaba a la perfección con Seydou, que le bajaba los balones y le habilitaba los espacios. Ponce, Angelo o Pedro, que se movían en la medular, se imponían a un David López que no podía demostrar el fútbol que le hemos visto esta temporada. Nando trató de meter músculo con Charro, dio entrada a Kisko para intentar buscar velocidad, pero las ocasiones se sucedían para el Villafranco y el Rinconada era incapaz de llegar con peligro a la meta de Toni. Maraña tuvo otra, tras un pase entre líneas de Martos que acabó en el palo. El propio Martos, de falta directa, lanzó un zapatazo que casi sorprende a Iván, que esperaba que fuese Checa el que lanzara.

Nando y el Rinconada no se rendían, pero el crono avanzaba cual espada de Damocles sin remisión y el Villafranco parecía cada vez más sólido. El entrenador introdujo a Saborido, que ha forzado lo indecible para tratar de ayudar al equipo, con una recuperación en tiempo récord. El ex cañamero lo intentó, pero apenas tuvo participación.

En el 79 llegaría el segundo gol, tras una ocasión clarísima que desbarató Iván, que no fue capaz de atinar a despejar tras salvar un lanzamiento a bocajarro. Seydou metió la pierna y firmó el segundo de su cuenta particular. Si antes estaba muy difícil, en ese momento parecía ya imposible.

El segundo tanto hizo al Rinconada verse perdido y eso, de alguna forma, le quitó la coraza que le había oprimido durante todo el partido. El equipo llegó tres veces arriba y, en la tercera, tras una jugada rocambolesca, Juanma acortó distancias, aunque Gálvez Agüera le dio el gol a Kisko, que andaba por allí y debió tocar la pelota. Luego tuvo otro acercamiento que acabó en un posible penalti a Saborido, pero la jugada estaba previamente invalidada por fuera de juego. Todavía hubo tiempo para otro remate al palo de Solis, que había entrado en los isleños en la segunda mitad y, tras seis minutos de alargue, el colegiado señaló el final, desatando la alegría de los vencedores y las lágrimas en un Rinconada que, en ese instante, se veía hundido.

El equipo irá valorando, conforme pasen los días, la grandísima temporada que ha hecho y que ha sido capaz de colarse en la última ronda, en una mesa de los poderosos en la que nadie lo había invitado y se ha metido por méritos propios. Honores para el Rinconada, incluso en la derrota, porque lo que ha hecho este equipo es espectacular. La enhorabuena al Villafranco y a pensar en la próxima temporada porque, con esta línea de trabajo y este saber hacer, ese ascenso que se tocó con las manos y se escapó, seguro que terminará por llegar.

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