El escritor, Premio Príncipe de Asturias, Premio Nacional de Narrativa o Premio Planeta, entre muchos otros, pone el broche de oro a esta novedosa Estación de las Letras con un encuentro en La Villa conducido por el escritor y periodista Fernando Iwasaki. Muñoz Molina, autor de 'El jinete polaco', 'Plenilunio', 'Beatus Ille', 'El invierno en Lisboa' o 'La noche de los tiempos', entre muchas otras obras, señaló: “Hace falta que la sociedad ofrezca que todo el mundo tenga la oportunidad de desarrollar sus capacidades”.
Tras tres meses de fomento de la lectura y la creación a
través de 50 acciones, Estación de las Letras ha puesto el broche de oro a esta
edición con el escritor Antonio Muñoz Molina que ha sido reconocido con el
Premio Factoría Creativa de las Letras 2020, que el año pasado debido al
confinamiento, no pudo recoger. Un encuentro en el Centro Cultural de La Villa
que estuvo conducido por el escritor y periodista, así como mentor literario de
esta Feria del Libro, Fernando Iwasaki.
La delegada de Cultura, Raquel Vega, encargada de abrir este
emotivo acto y hacer entrega del galardón al escritor jienense, hizo un recorrido
por la Feria del Libro de La Rinconada de este año, Estación de las Letras, uniendo
en clara metáfora el tren con la literatura y los libros. “Gracias a toda la
tripulación de poetas, escritores, narradoras y creadores que, en estas 12
semanas, nos entregaron con la esencia de sus versos y renglones el perfume de
la primavera con más libros que recordamos… las infinitas recomendaciones con
sonrisas amables de nuestras librerías y Bibliotecas…. los ferroviarios de la
Cultura y del Periodismo que cargaron las máquinas con palas a destajo de esa
energía limpia y renovable que es la ilusión. Y gracias, Fernando Iwasaki, el
mentor y maquinista que nos ha conducido por inolvidables tertulias,
inmortalizadas en vagones digitales”. Además, Vega explicó que “nos
reinventamos en una estación dentro del calendario libresco. Asentando en
nuestra reactivación económica la consideración de la Cultura como bien de
primera necesidad y predicando su valor curativo. Así ha germinado una
primavera con mucha causa y plural en su travesía de oportunidades. Si añoran
más, sepan que las calderas se recargan para un ‘Otoño Literario’, que moverá
muchas hojas”.
De Antonio Muñoz Molina destacó a “un nómada de las letras
al que avala su magistral oficio de escritor. Este es un reconocimiento humilde
pero repleto de entusiasmo. Porque lo es a un hombre que ha profesado un
profundo respeto a la creación en todas sus vertientes artísticas. Un profesor
universitario y doctor honoris causa de las buenas letras. Una escritura
embajadora por los rincones del mundo para rescatar lo que vale de verdad y
apartar lo accesorio. Desde una literatura de bello trazo, inteligente y
sofisticada. Capaz de narrar una cosa y la contraria, con una concentración
repleta de texturas. Muñoz Molina es una voz que traduce acertadamente nuestra
época. Con profundidad, pragmatismo y agudeza. Un referente de la narración de
la Historia de España y de capítulos decisivos del mundo contemporáneo, con una
escritura donde la memoria es cómplice de la ficción”.
Acto seguido la delegada de Cultura entregó el Premio Factoría
Creativa de las Letras 2020 a Muñoz Molina, quien continuó con el guiño al tren
y los libros y contó que dos de sus grandes aficiones son los trenes y los libros
y recordó viajes en tren en los que se le han ocurrido historias convertidas
luego en libros. “Los libros y los trenes tienen la ventaja de la soledad y de
la compañía” y frente a los que consideraban que los libros habían quedado
obsoletos, “ahora están más fuertes que nunca”.
Tras la entrega del galardón, Fernando Iwasaki comenzó la
tertulia con el escritor. “Vamos a hablar de la obra de Antonio Muñoz Molina, un
escritor de novelas, relatos, diarios, prensa, alguien preocupado por la
realidad de su obra” y le formuló la primera pregunta: “¿tu lectura de la
literatura hispanoamericana te permitió mirar la literatura española de manera
diferente?”.
A lo que el escritor respondió: “Absolutamente. Para mí el
descubrimiento de la literatura latinoamericana fue la salida de un bloqueo en
el que me encontraba al final de la adolescencia. Hasta los 16 o 17 años yo escribía
con una inocencia extraordinaria. Era una felicidad irresponsable, escribía
sobre todo poesía y teatro, incluso cartas futuras a mis amigos que se habían
quedado en Úbeda (el escritor soñaba con irse de su pueblo natal para estudiar
en Madrid). Cuando empecé a contar con una conciencia política fuerte y de la
realidad literaria me quedé bloqueado”. Así, Muñoz Molina explicó que a mitad
de los años 70 había dos fuerzas tremendas que marcaban la literatura: la
coacción de que había que escribir para hacer literatura comprometida políticamente
que ayudara a derribar la dictadura y, por otro lado, una tendencia de que la
literatura tenía que ser experimental, que rompiera con los personajes, la
trama, influencia del Art Nouveau francés. Y en ese momento de bloqueo, en el
que la literatura había pasado, para él, de felicidad a tormento, descubre a
Borges y a Onetti y “ese descubrimiento de la literatura hispanoamericana me
devolvió mi relación con el idioma castellano en una dimensión que no conocía,
fue la influencia fundamental de entender la literatura”.
Otro de los temas tratados fue cómo surgen las historias.
Muñoz Molina afirmó que “las historias surgen ellas solas. La escritura de un
artículo tiene algo como de laboratorio no consciente, los libros nacen, no se
deciden, llegan por caminos inconscientes”. Así explicó que su próximo libro
que saldrá en septiembre surgió de un artículo que escribió en junio del año
pasado. “Cada vez me llama más la atención el misterio de la creación”.
De padre hortelano y dedicado a la tierra, el escritor refleja
en muchas de sus obras la huerta de su infancia. “Uno tiene que aceptar que
gran parte de lo que hace es inconsciente, escribes sobre cosas con las que
estás conectado más íntimamente. Tienes que encontrar una especie de manantial
de donde brote lo mejor que tienes”. La oralidad de sus mayores en la infancia,
el mundo de la huerta y de su familia hortelana. “Mi padre compró una huerta
que era el sueño de su vida. La huerta es un territorio cerrado, un paisaje
construido, con la naturaleza muy rotulada y donde el trabajo es muy especializado.
Yo me crie en ese mundo”. Una huerta donde pasaba los veranos con su padre
cuando era niño, pero que la adolescencia, esa etapa de rebeldía, hace que
choque con ese mundo que quiere abandonar. “Lo que era paraíso se vuelve una
prisión y te conviertes en un extraño y tienes ese afán de irte, pero llevas
eso contigo y te haces mayor y se produce un regreso. Te das cuenta de que ese
mundo era el que conocías y amas. Faulkner decía que tenía un territorio que
era del tamaño de un sello de correos y la huerta es el centro de muchos
sentidos de mi imaginación, la metáfora del trabajo bien hecho y meticuloso”.
Iwasaki y Muñoz Molina también debatieron acerca de la
igualdad de oportunidades, de la capacidad que el hijo de un obrero, de un
hortelano… tiene para poder avanzar o no. “Hay un hecho fundamental y es la consideración
de que las personas no nacen, las identidades no son hechos cerrado, sino que
se construyen. La visión progresista del mundo te dice que las personas podemos
ser mejores y muchas cosas distintas. Hay un hecho cierto y que se ha hecho
durante siglos en determinados países y es que donde hay buenas políticas públicas
de educación eso mejora a las personas, mejora a la sociedad”. En relación a
esta cuestión, el escritor destacó el poder de la cultura popular, de la
oralidad, del campo, de las mujeres, de los cantos infantiles… “Hace falta que
la sociedad ofrezca que todo el mundo tenga la oportunidad de desarrollar sus
capacidades. Cuando era niño mi padre quiso sacarme de la escuela para que lo
ayudase en la huerta, pero mi profesor le dijo que no, que había becas y
ayudas. ¿Y si no hubiese tenido a ese maestro?... las personas deben acceder de
manera igualitaria a la educación y al fomento de sus capacidades”.
Ante la pregunta de cuáles son sus constelaciones de
ciudades, Muñoz Molina respondió que “mi constelación está hecha de muchos
sitios existentes e inexistentes” y mencionó Úbeda, Granada, Lisboa, Madrid y
Nueva York. También el autor habló de la pérdida, presente en su obra de
ficción. “La vida es una epifanía y de pérdida y cuando te haces mayor se
acentúa. Está la pérdida, pero también está la belleza, el deslumbramiento…
cuando sólo está lo sombrío, lo decía Emilia Pardo Bazán en el prólogo de ‘Un
viaje de novios’ cuando menciona a Zola y dice que es muy sombrío y que la representación
de la vida no puede esconder la risa y la alegría. La insistencia en lo sombrío
cansa”.
Tras la tertulia, el público pudo preguntar al escritor y
llevarse ejemplares de sus obras firmadas. Al finalizar el acto, Muñoz Molina
se desplazó al parque Dehesa Boyal, donde se encuentra el Sendero de la
Creación para descubrir la escultura que, junto a las Javier Cercas, Rosa
Montero, Wiesenthal, Espido Freire, Irene Vallejo o Fernando Iwasaki, forman
parte de un homenaje que el Ayuntamiento de La Rinconada quiere hacer a los
premiados con el Factoría Creativa de las Letras.