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María Zaragoza: “La cultura siempre ha representado a la esperanza, por eso es enemiga de los que quieren que se pierda”

Cultura y ocio |

La narradora y guionista manchega ha presentado en Estación de las Letras su novela ‘La biblioteca de fuego’ que se hizo con el Premio Azorín 2022, una obra que habla del amor a la cultura y a los libros y de la necesidad de preservarlos frente la barbarie

Comenzaba este nuevo encuentro de la Feria del Libro de La Rinconada con la delegada de Cultura, Raquel Vega, presentando a María Zaragoza, la escritora invitada, que presentaba su última novela ‘La biblioteca de fuego’. “Una cita que nos reúne en una biblioteca pública, de las tres que tenemos, para recibir a Zaragoza que rinde tributo a las bibliotecas, a los libros, a la cultura en general, una importante reivindicación en un momento necesario. Una escritora joven, pero de muchísimo talento que ha recibido importantes distinciones como el Ateneo Joven de Sevilla, el Ateneo de Valladolid, el XXVII Premio de Guion Radiofónico Margarita Xirgu de RNE o el Premio Azorín de este año por la novela que presenta hoy”. Así Vega ha destacado que su novela va en la línea del programa Estación de las Letras de La Rinconada, de la mano de la Fundación José Manuel Lara, “hermana de este viaje que pretende acercar la lectura y la literatura a todas las edades”.

‘La biblioteca de fuego’ se adentra en el Madrid de los años treinta, con Tina, como protagonista, una joven que quiere ser bibliotecaria.  Junto con su amiga Veva, se adentrará en un mundo de cabarets y clubs feministas, libros malditos y viejos fantasmas. Así descubrirán la Biblioteca Invisible, una antigua sociedad secreta que vela por los libros prohibidos. Pronto Madrid se convierte en una ciudad sitiada, donde la cultura corre más peligro que nunca. En medio de una guerra que lo arrasa todo, tratará de proteger los libros no sólo de los incendios y las bombas, sino también de la ignorancia y los saqueadores.

El presentador del encuentro, el periodista Antonio Borrego, ha comenzado preguntado a la autora sobre el tema de la novela que habla de proteger la cultura y de dejar testimonio de ello. “Había una cosa que me interesaba mucho y era hacerle un homenaje a esa gente que salvó la cultura o lo intentó, separar lo urgente, de lo importante. Lo urgente es salvar la vida, pero lo importante es salvar la historia, el arte, la cultura, porque cuando las cosas se tuercen es lo que sana a la gente y es la esperanza. La cultura siempre ha representado a la esperanza, por eso es enemiga de los que quieren que se pierda y, para que la gente pueda comprender el contexto, es necesario salvar el pasado para el futuro, para que en el futuro se pueda entender cómo se ha llegado a un determinado punto y por qué no debería volver a repetirse, son herramientas”. Para esta escritora manchega es importante “estar en contra de la censura en cualquiera de los formatos, porque toda la información es buena, incluso la que no nos gusta, porque nos ayuda a saber qué no queremos, a mí me parece que es algo a lo que estamos demasiado habituados, en los tiempos difíciles lo primero que se deja caer es la cultura, por eso, los cuatro locos que se dedicaron, por encima de su integridad física, a protegerla me parecía que tenían que ser reivindicados”.

Surge así ‘La biblioteca de fuego’. “Hacía años que tenía la idea de escribir una historia de aventuras sobre una sociedad secreta que se encargara de rescatar libros prohibidos, yo me inventé la Biblioteca Invisible, una gente que por toda Europa, en un momento difícil por razones religiosas o políticas, protegía libros, pero no tenía la historia, hasta que por casualidad encontré la noticia de que el Día del Libro del año 39, en Madrid, se celebró con una quema de libros en el patio de la Universidad Central y aquello me recordó la quema de libros del año 33 de los nazis”. Ese descubrimiento sobrecogió a María Zaragoza, “tanto que surge la voz de Tina, la protagonista de la novela, tenía que haber alguien a quien le diera muchísima rabia que estuviera pasando eso y que sintiera el deseo de salvar esos libros”.

Además, la escritora quería rendir un homenaje a todas las personas silenciadas tras el final de la Guerra Civil que hicieron ese trabajo de salvar la cultura. “La Guerra Civil es un ejemplo claro de una batalla por el relato, estaba claro que el que la ganara contaría la historia a su manera y eso era complicado de asumir porque todos lo sabían”. En todo ese proceso de documentación para dar vida a la obra, la autora descubrió las bibliotecas populares de la República, las campañas de alfabetización en una España en la que la mitad de la población era analfabeta, sobre todo mujeres, la modernización de las bibliotecas. Cuando estalla la guerra todas las bibliotecas, tanto públicas como privadas o religiosas corren peligro, por lo que se estableció una red de salvamento, por un lado, de piezas artísticas e históricas y, por otro, de las bibliotecas y libros. “Cuando se acaba la guerra, toda esta gente que estaba trabajando en esto tenía que desaparecer, porque este salvamento en el relato nuevo era un expolio de la República y los funcionarios y voluntarios no podían aparecer, por lo que había poca información sobre ellos. Eso a mí me impactó, quería dejar claro en el libro que una guerra es una guerra también por escribir el relato final”.

Ficción con personajes ficticios, pero donde también aparecen personas reales. “Yo sí quería que fuera una historia de ficción, con una protagonista ficticia, quería llevar al lector a mi aventura, la de salvar y pelear por la cultura que es un acto de revolución absoluta, porque muy a menudo lo que vas a encontrar dentro te va a despertar pensamientos y criterios y, por eso la gente la considera tan peligrosa. Tenía la voz de Tina y la Biblioteca Invisible y a los bibliotecarios invisibilizados. Para cuando llegáramos a la Guerra Civil y que el personaje de Tina entrase con naturalidad en el salvamento real, se me ocurrió que, dentro de lo ficticio de esta sociedad secreta, hubiera gente reconocible” y así aparecen el arquitecto Menéndez Pidal, Álvaro Retana, Lorca o Pura Ucelay, entre otros. “Había algo que me fascinaba de la época y es que leía de un personaje y todos estaban tan relacionados que era un microcosmo ese entorno cultural”.

La novela también narra la historia de amor de Tina y Carlos, éste último médico.  “Qué bonito sería si sencillamente pasáramos por la vida sin hacer daño…  él representa lo urgente: salvar vidas, Tina representa salvar la cultura... me gusta pensar en ellos como el Adán y Eva de la sociedad ideal, una persona que pone la vida por delante de todo y una persona que pone la cultura por delante de todo”.

¿Cuántos libros se perdieron en la guerra? “Imposible dar una cifra exacta de las piezas únicas que se perdieron”. Ha puesto de ejemplos, la ganadora del Premio Azorín, la pérdida de ‘El libro del Anticristo’ del que sólo queda un ejemplar en Nueva York, o los libros que se trasladaron a la Ciudad Universitaria para salvarlos de las bombas y al final fue uno de los frentes más cruentos de la Guerra Civil. “Otra circunstancia es que la gente no era consciente del valor de los libros y los usaban para ir al baño, como material de construcción, para hacer fuego, para las trincheras. Hubo un señor que descubrí investigando esto, “el ángel de los libros” que era Ángel López, un bedel de la universidad, que cuando vio aquello se metió en las trincheras para salvarlos y cambiarlos por sacos terreros”.

Y es que pese al intento de eliminar todo por parte del vencedor, “por suerte tenemos investigadores que intentan rescatar lo que queda. Hay gente que hace mejor que otros lo de reescribir la historia, para ello hay que cortar líneas de comunicación culturales, educativas, registros de papeles, hay que hacer una recreación de algo, marketing, publicidad y eliminar lo sobrante, pero siempre quedan cosas que alguien puede recuperar y tirar del hilo. Y esa gente que lo ha hecho es la que me ha ayudado a crear este libro”.

El presentador ha recordado a María Zaragoza la frase que aparece en su novela: “Era una batalla por el derecho a narrar, por eso los libros resultaban tan peligrosos”. La escritora ha explicado que “en los libros siempre está todo si buscas lo suficiente. Siempre me ha interesado la censura y el acto simbólico de los libros. La literatura es un arte que requiere un esfuerzo por parte del espectador y eso te lleva un tiempo y dedicación y estamos siempre peleando para que la gente lea, cuando llega alguien que quiere imponer un tipo de pensamiento lo que primero que se censuran son los libros, la quema del 39 lo llamaron ‘acto de fe’, como cuando la Inquisición quemaba a las brujas. En el fondo saben que las respuestas están ahí y que leer siempre tiene que ser un acto de rebeldía, porque la gente que quiere comernos la cabeza con pensamientos simplistas no quiere que leamos”.

También se ha hablado en este acto literario de los elementos paranormales que aparecen en la novela. “Me gusta la literatura fantástica y me conecto muy bien con ella porque me parece un buen modo de hablar de la realidad y de la verdad. Me interesaba mostrar que nos vendieron la moto de que España siempre ha sido de tradición realista, cuando no es verdad, si al reescribir la historia, ocultas que Emilia Pardo Bazán escribió fantasía o que ‘Niebla’ de Unamuno tiene una parte fantástica o que se quemaron a los románticos… ahí entendí muchas cosas, y ahí es donde metí el tema del espiritismo, porque la otra cosa que me interesaba es convencer a la gente que podía caer en la tentación de que un totalitarismo es bueno”.

Para finalizar y antes de que el público entablase un diálogo con la autora, Zaragoza ha adelantado el que será su próximo trabajo, ambientado en el Madrid de los años veinte y treinta en torno al mundo del espectáculo y el cabaret, donde aparecerá algún que otro personaje de ‘La biblioteca de fuego’.

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