Nada lo convertía en un día especial. Las mismas prisas camino del trabajo, la misma cola en el supermercado, las mismas conversaciones de vuelta del colegio. No había nada de extraordinario más que le efeméride. 14 de marzo, lo que nos recordaba que tal día como ese, pero tres años atrás, cambió el mundo, estalló el Covid, y la vida, tal y como la conocíamos, ya no volvió a ser igual.

El mundo entero, cual si de una película de ciencia ficción se tratase, tuvo que reinventarse, aprender a vivir confinado, improvisar medidas de protección, librar una batalla con un enemigo invisible. Parar el mundo sin que parase la vida, y empezar a contar los días para recuperar la normalidad, para recordar esta oscura etapa como un mal sueño, como algo que nunca ocurrió.

El 14 de marzo, aunque siguen existiendo casos, con la llegada de la vacuna, con el aprendizaje de los sanitarios y con la adaptación del cuerpo, se podría decir que hemos superado el Covid, pero nada ha sido igual y las cicatrices en el alma perdurarán durante mucho tiempo.

En estos tres años, se han registrado en el mundo 760 millones de casos de Covid y la estimación de muertes se estima entre los 6,8 y los 10 millones. En España, se han producido 13,7 millones de casos y 119.618 muertes. En La Rinconada se han contagiado 6.423 personas y nos han dejado 55 vecinos y vecinas, todos y todas con nombres y apellidos.

Para ellos y ellas, en nuestro recuerdo eterno, se realizó el acto de homenaje en el pabellón Fernando Martín de La Rinconada. Pero no sólo se lanzaron besos al cielo, sino que también se puso en valor el trabajo realizado por diferentes sectores, que vivieron la pandemia en primera línea y que, en muchos casos, se jugaron su integridad y su vida para proteger a los demás. Ciertamente, el Covid sacó la mejor versión de nosotros mismos. Para esas personas, como agradecimiento eterno, también se realizó el acto en un lugar cuya elección no es baladí, sino que representa el lugar donde nos vacunamos y donde el fragor de la batalla puso que evidencia que ganaríamos la guerra.

En la explanada del recinto deportivo se situaba un escenario desde el que Sergio Moreno, que conducía el acto, llamaba a la enfermera María Álvarez Rodrigo; al capitán jefe de la Primera Compañía de La Rinconada de la Guardia Civil, Eduardo Padilla Poley; el oficil de la Policía Local de La Rinconada, Domingo Reyes Ventura; el coordinador de la Agrupación Local de Protección Civil, Sergio Doblas Vega; y María del Carmen Muro Martínez, representante de los comercios de primera necesidad que miraron a los ojos al Covid. Ellos y ellas fueron los elegidos para representar a sus respectivos colectivos. El de los sanitarios que, con medios escasos y con la incertidumbre que genera el desconocimiento, no dudaron en atender a los enfermos, incluso a riesgo de su propia vida; el de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, la Guardia Civil y la Policía Local, que velaron por el cumplimiento de las medidas de contención y nos cuidaron desde una perspectiva distinta, lo mismo que hizo Protección Civil, cuyos voluntarios se multiplicaron para acudir a cuantas personas los necesitaron. Y, por supuesto, el de los comerciantes de primera necesidad, que estuvieron de cara al público, asumiendo riegos para ellos y ellas mismas y para sus familias por atender a sus vecinos y vecinas.

Como portavoz de un grupo tan heterogéneo, pero con un denominador común tan grande durante la pandemia, María Álvarez Rodrigo hizo de portavoz del resto de sus compañeros y compañeras, así como de todas las personas que combatieron al “bicho” desde la primera línea. Durante su intervención, citó a Virginia Henderson con su célebre frase “Si puedes curar, cura. Si no puedes curar, alivia. Si no puedes aliviar, consuela. Y si no puedes consolar, acompaña”. Pero más allá de la frase de la enfermera estadounidense, resumió, por ella y sus compañeros, la filosofía de Henderson, que defendía que la sociedad tenía la responsabilidad de velar por sus conciudadanos en la vida y en la muerte.

Después, el alcalde, Javier Fernández, que estaba acompañado por un nutrido grupo de concejales y concejalas del Ayuntamiento, entre los que se encontraba la responsable municipal de Salud, Teresa Garzón, que lo acompañó en el escenario, descubrieron un azulejo de recuerdo, de homenaje, creado por la artista local Inmaculada Quesada, en la fachada del Fernando Martín, que representa diferentes manos se entrelazan y apoyan para superar juntas las adversidades.

El primer edil quiso recordar las dificultades por la falta de conocimiento acerca del Covid, pero como “cada uno de nosotros sacó lo mejor de sí mismo, y se olvidó del yo para pensar en el nosotros”. Fernández aplaudió a los sectores representados en el escenario, pero fue más allá, poniendo en valor el trabajo del profesorado en la vuelta a las aulas, de los transportistas, del voluntariado que hacía las compras a los mayores o les llevaba una pantalla para plantear una videollamada con su familia, entre otras muchas personas y sectores. “Podemos estar orgullosos y agradecidos, mirar a los ojos con gratitud a los que están, y al cielo con la mano en el corazón”.

Tras eso, se leyó el poema de Octavio Paz, ‘Camino hacia el silencio’, en la voz del presidente del CRAES, Rafael Coca, y se guardó un emotivo minuto de silencio que sirvió de broche de oro para recordar eternamente aquello de que “quien no conoce su historia, está condenado a repetirla”.