El articulista, crítico literario y editor sevillano ha presentado en Estación de las Letras ‘Los días sagrados’ (Editorial Athenaica, 2022) que reúne una selección de sus textos publicados entre enero de 2015 y noviembre de 2022 en los periódicos del grupo Joly. También recoge el relato que cierra el libro ‘El sueño de Grecia’
Continúa la Feria del Libro de La Rinconada, Estación de las Letras, y lo ha hecho con Ignacio F. Garmendia (Sevilla, 1970) articulista, crítico literario y editor, que ha presentado, de la mano del escritor Fernando Iwasaki, encargado de conducir el encuentro literario, el libro ‘Los días sagrados’.
En la trayectoria profesional de Garmendia cabe destacar: la dirección editorial de las colecciones de la Fundación José Manuel Lara, la dirección editorial de Athenaica y, sobre todo, la dirección de la monumental edición de la obra completa, para Libros del Asteroide, de Manuel Chaves Nogales, así como, de una antología del mismo autor, titulada ‘En tierra de nadie’, publicada por la Consejería de Cultura y Patrimonio de la Junta de Andalucía. También ha sido editor literario de la revista Mercurio. Ha impartido talleres de creación literaria, y coordinado o intervenido en numerosos cursos y seminarios sobre edición, poesía, ensayo o narrativa. Ha escrito centenares de artículos para revistas y prólogos para ediciones de autores como Rubén Darío, Carlos Edmundo de Ory, Julia Uceda, Jacobo Cortines o José Daniel M. Serrallé.
‘Los días sagrados’ fueron publicados entre enero de 2015 y noviembre de 2022 en los periódicos del grupo Joly. Allí apareció también el relato que cierra el libro, ‘El sueño de Grecia’, ilustrado por Manuel Ortiz.
El evento ha dado inicio con la bienvenida del delegado de Educación, Antonio Marín, al público y a ambos escritores. Acto seguido, Fernando Iwasaki ha contado que su amistad con Ignacio Garmendia se remonta a más de 30 años, cuando un joven Ignacio trabajaba en una librería y le recomendaba libros para leer, una persona que “mejoró mi experiencia de lector”. Con respecto al libro ha señalado que nace de las colaboraciones en prensa del autor. “‘Los días sagrados’ son textos que nos hablan de lo clásico, del Renacimiento, de viajes, de la memoria, de la ausencia, de Ignacio acompañando a su padre en el hospital de La Caridad en los últimos días, o pasado un año de su muerte, lo que significaban para él las tardes soleadas en ese hospital”.
Tras esta introducción, Garmendia ha definido su libro como “extravagante” y ha subrayado que no se considera un escritor propiamente dicho, “mi oficio es la edición de libros, hago críticas literarias en los periódicos y, en los últimos años, artículos de opinión, aunque me cuesta opinar”. Para este editor “hay cierta inflación de opinadores y los articulistas a veces hablamos de todo sin saber demasiado, y trato de evitar posicionamientos de los que no se más que cualquier ciudadano”.
Ignacio ha explicado que es un “gran lector de artículos y tengo respeto por todos esos articulistas, y como conozco el género, no me gustaría compararlo con lo que hago, que no son artículos en sí, los llamo prosas líricas, para tratar de describir un poco mejor el punto de vista desde el que lo abordo”. Así, el autor ha desgranado los diferentes ejes que articulan esta obra: los dones del presente, a la vez únicos y vinculados a una continuidad que se remonta muy atrás en el tiempo, las devociones que tienen que ver con seres queridos o lugares o paisajes amados, unos pocos principios de raigambre clásica o humanista, viejos mitos que no han dejado de alumbrarnos y el ideario ético y estético de una dedicación que combina la temprana vocación, el placer y el imperativo moral. También el relato ‘El sueño de Grecia’. “El relato que cierra el libro es una especie de narración, está inspirado en las desventuras del muchacho que fui y me pareció interesante ponerlo en el libro, aborda los mismos temas en clave cómica”.
También ha mencionado Iwasaki que Garmendia habla de escritura como oficio, de artesanía, de la cultura como algo que no hay que volverlo grandilocuente, para volver al sentido etimológico de la palabra que proviene de cultivo.
“Cultura proviene de cultivo, y eso implica paciencia, disciplina, cuidado, amor, que hay que echar a cualquier labor del campo para que crezca, y eso no se aleja del sentido de la cultura. Me molesta esa insistencia del talento; en caso de existir, el talento no es algo que hayamos elegido, lo dan los genes o lo que sea. La genética que presume de talentosa me crea desconfianza y, en cambio, el amor que requiere cualquier oficio, que yo pongo en mis tareas, se proyecta en un libro, o en cualquier trabajo. Ser amable y hacerlo lo mejor posible frente a alguien sobrado, es el sentido que está detrás de la cultura”, ha apuntado Ignacio.
Otro de los temas tratados ha sido de la importancia de las humanidades y también de su uso para ensalzar determinados discursos. “A veces se hace un uso utilitarista, el legado del humanismo es tan amplio que se puede sacar cualquier cosa, como una apología de la esclavitud... efectivamente hay que ver cómo defendemos a veces la cultura humanística, tenemos que hilar fino, rehuyendo los clichés, los tópicos…”. Ha afirmado que toda la historia milenaria de Occidente se ha mirado en el espejo del mundo antiguo, “de modo que no solo hablamos de lo que ocurrió allí, sino cómo las épocas sucesivas han dialogado con ese pasado. Ahora hay un riesgo real que se corte esa cadena y que veamos que es inútil”.
También ha destacado Garmendia la importancia de la educación pública y de la lectura y ha puesto de ejemplo a Albert Camus, que en su discurso al recibir el Premio Nobel agradeció a un profesor su ayuda para conseguir una beca en París. El mismo Ignacio recuerda su profesora Esperanza Albarrán en el libro.
“La historia del niño Camus es impresionante, al cuidado de una abuela sordomuda y analfabeta, su tío era discapacitado. Este señor lo acogió y lo llevó a ser uno de los grandes escritores del siglo XX. Doña Esperanza me inculcó disciplina, por ella estudié clásica, porque quería ser como ella. Formó a centenares de profesores catedráticos, la labor de una sola persona puede tener un efecto enorme”.
Ignacio F. Garmendia ha destacado la importancia del mundo clásico en la enseñanza y ha puesto de ejemplo el ensayo de Irene Vallejo, ‘El infinito en un junco’, Premio Nacional de Ensayo. “Es un libro admirable y un modelo de cómo podemos conectar con un mundo distinto al nuestro. Su obra ha sabido comunicar la grandeza del mundo antiguo de una manera que emociona y conmueve. Eso hace falta en la enseñanza”.
Iwasaki y el autor han dialogado sobre el hedonismo, Epicuro, los estoicos… “eran filosofías para la vida, como ahora hacen ese linaje de libros que supuestamente nos enseñan a vivir”.
Para finalizar ha leído el texto que da nombre al libro.