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José Luis Ferris: “Miguel Hernández nos sirve para saber lo que es la integridad moral del ser humano ante situaciones difíciles”

Cultura y patrimonio |

El escritor y doctor en Literatura Española ha presentado en Estación de las Letras su biografía ‘Miguel Hernández. Pasiones, cárcel y muerte de un poeta’, un libro ampliado a su primera publicación en 2002 en el que pretende “aglutinar todo lo escrito sobre el poeta, eliminar lo falso y añadir todo lo nuevo” y que rinde un homenaje a este escritor del que se cumplen 80 años de su fallecimiento

Estación de las Letras se ha llenado de los versos y la vida de Miguel Hernández que el escritor y filólogo José Luis Ferris ha recitado y narrado ante un público adolescente, alumnado de IES Carmen Laffon, en un nuevo encuentro de la Feria del Libro de La Rinconada conducido por el periodista Sergio Moreno. Ferris ha presentado ‘Miguel Hernández. Pasiones, cárcel y muerte de un poeta’, la biografía más extensa del poeta de Orihuela y que completa la primera publicación que hizo en 2002 y que coincide y homenajea al poeta cuando se cumplen 80 años de su fallecimiento.

El porqué de esa afinidad con Miguel Hernández, José Luis Ferris no la achaca a que compartan tierra (ambos de la provincia de Alicante), sino a dos mujeres: Ana Gavín, su editora, y Dulce Chacón. Esta última le contó que estaba inmersa en un proyecto de recuperar la memoria perdida de mucha gente, de la que surge ‘La voz dormida’, “cuando llevaba la mitad de la novela me la dio en mano y esa fue la razón de peso”. En el año 2000 hizo una antología poética del poeta que le “robó la energía”, pero decidió investigar más y de ahí surge el libro que ha presentado hoy en La Rinconada, ampliado con respecto a la publicación de 2002, con cartas, informes, poemas perdidos y datos del proceso carcelario que antes no se conocían. “Cuando hace 20 años publiqué el libro sentó muy mal a muchos profesores de literatura que en sus escritos hablaban de que la musa de ‘El rayo que no cesa’ era Josefina Manresa su mujer. Pero en mi biografía obligo a reconocer que hubo tres mujeres fundamentales en su vida, sobre todo la pintora Maruja Mayo” y eso supuso la condena de mucha gente a este libro. Con el tiempo han ido apareciendo cartas y documentos en las que esto es una realidad absoluta. Lo que busca el escritor es “aglutinar todo lo escrito sobre el poeta, eliminar lo falso y añadir todo lo nuevo. Todos son datos que nos ayudan a entender mejor al poeta”.

Y en ese querer ahondar en la vida y obra del autor de ‘Nana de la cebolla’ y dejar patente toda su grandeza, Ferris ha señalado que hay que quitarse ideas de la cabeza que no son ciertas. “Nunca fue pobre, el padre tenía mucho más dinero que algunos ricos de Orihuela, porque era un señor dedicado a compra venta de ganado, pero quería que su familia viviera con austeridad”. “Los niños de su calle iban al colegio como mucho dos años, aprendían a leer y escribir y algo de matemáticas, eran niños yunteros que con 8 años iban a trabajar al campo, eso era lo normal en el espacio en que se mueve Miguel Hernández, sin embargo, él estuvo 12 años escolarizado”. Con 15 años su padre lo sacó del colegio y fue pastor hasta los 20. Miguel Hernández iba cargado de libros a pastorear, leía a Garcilaso, a Bécquer, a Darío, intentaba imitar a la Generación del 27. “Pero era un chaval normal y tenía un equipo de futbol ‘La repartidora’ y sus amigos eran humildes. Un día descubre a Carlos Fenoll y se empieza a juntar con una parte culta de amigos, también ricos de Orihuela, como Ramón Sijé, y empieza a tomarse más en serio la aventura de la literatura”. Estos amigos lo animan a ir a Madrid y así lo hace en diciembre del 31, sin embargo, lo que encontrará el poeta son puertas cerradas. “Se dio cuenta de que la literatura no iba por donde él pensaba, aunque desmoralizado, aprendió cosas que después le iban a servir”.

Miguel Hernández y la Generación del 27

José Luis Ferris ha contado la relación entre Miguel Hernández y Federico García Lorca. “Para Hernández, Lorca era Dios”, lo conoce en Murcia, en casa del editor Raimundo de los Reyes que iba a publicar ‘Perito en lunas’, el primer poemario del de Alicante. Los nervios juegan una mala pasada a Hernández y molesta a Federico, a lo que se suman malos entendidos a través de cartas. Al final, cuando se encuentran dos años después en Madrid, Lorca lo esquiva. “Nunca se enteró de una manera directa de esto, Lorca decía que le tenía “alergia” a Miguel. Federico vestía como un dandi, porque era un burgués, un terrateniente, murió con 38 años asesinado y hasta los 36 no empezó a ganar dinero por su cuenta. Miguel era todo lo contrario, había nacido en plena naturaleza, usaba espardeñas, sin corbata, eso provocaba “alergia” en algunos compañeros de su generación”. Así, la relación del poeta con la Generación del 27 tenía poca sintonía. “La mayoría eran niños de papá. En conjunto, el peso importante de los del 27, incluidas ellas, como Carmen Conde, Josefina de la Torre, María Teresa León, Cristina de Arteaga… eran clase pudiente y algunos aristócratas. Miguel Hernández era más joven, viene de una vida distinta. En general es un personaje extraño dentro de ese contexto”.

 1935 y ‘El rayo que no cesa’

El poeta se traslada a Madrid en 1935 para vivir allí de forma permanente y lo hace, según Ferris, “con el corazón un poco roto” porque desde septiembre del 34 tenía novia, Josefina Manresa. Una novia “de armas tomar” que no dejaba que le cogiese la mano o le diese un beso. “Un chaval con esa energía le escribe poemas, sonetos, a una mujer que es todo eso y que no le permite acercarse y dentro de esa visión que le genera Josefina crea poemas como ‘Me tiraste un limón, y tan amargo’.  Cuando llega a Madrid se relaciona con Alexaindre, con los del 27 y, en el Retiro, ve a parejas de la mano, que se besan… y se da cuenta que la vida es otra y empieza a sufrir una crisis afectiva, de identidad, ideológica. Fue un año duro, pero también de descubrir la libertad”.  Conoce en casa de Neruda a Maruja Mayo, se enamoran y cambia la visión de las mujeres en sus poemas. También su relación platónica con la poeta María Cegarra. “Esas tres mujeres son las que aparecen en ‘El rayo que no cesa’, publicado en el 36, el libro que recoge toda esa historia y desgarro vital”.

 La guerra

Al estallar la guerra civil, Hernández estaba en un momento en el que ya era visto como un gran poeta. En la biografía de José Luis Ferris afirma que se alistó voluntariamente. “Mintió al alistarse y dijo que era mecanógrafo para estar con los soldados, cavar zanjas… y esa postura es muy importante para ver a alguien que no quiere tener privilegios, eso le hace enfrentarse a otros poetas que se buscaron puesto en oficinas, como Alberti, Cernuda, María Teresa León… mientras que Miguel estaba luchando. Tiene mucho que ver con la verdad de cada uno”.

Sin embargo, los soldados lo reconocían como a “su poeta”. Y ante la pregunta de ¿tan buen poeta era?, Ferris ha usado el símil de un tren para explicar su proyección poética. Desde que publica ‘Perito en lunas’ en 1933 en el que “ intenta subirse a un tren en marcha lleno de poetas del 27, pero cuando llega a la estación el tren se ha ido”; su vuelta de su primer viaje a Madrid donde fracasa “pero no renuncia, ve el tren a lo lejos, se sube al último vagón y ve allá a los otros poetas”; escribe ‘El rayo que no cesa’, “que bendice Juan Ramón Jiménez y ya ve en el vagón de al lado a los de la Generación del 27”, hasta que estalla la guerra civil, donde el tren pega un frenazo “y la inercia hace que se ponga al lado del maquinista y hace una poesía muy elevada y al mismo tiempo que entendía perfectamente los milicianos más sencillos”.

Miguel Hernández fue “el único poeta que admiraron los soldados, un hombre luchando de frente en frente, que se entera que va a ser padre y crea ese poema maravilloso ‘Canción del esposo soldado’ donde está toda la cultura de lo que ha aprendido. Ese compromiso con la vida, con la belleza, con la guerra, solo lo hizo él y, ahí, se ganó pasar a la historia de la literatura” con obras tan grandes como ‘Viento del pueblo’, ‘Cancionero y romancero de ausencias’ o ‘El hombre acecha’. “Los más triste es que el Partido Comunista, por el que había militado, con la guerra perdida, le buscó salidas a sus líderes y a Miguel nunca lo ayudaron a salir, lo dejaron a su suerte”.

A Miguel Hernández “lo murieron”

La mala suerte persiguió al poeta. En su huida desde Madrid, Sevilla, Cádiz, Huelva y Rosal de la Frontera consigue pasar a Portugal, donde en Lisboa tenía pensado esperar a su mujer e hijo y huir a Chile con Neruda. Sin embargo, sin dinero decide vender, en el primer pueblo portugués, un reloj de oro que Vicente Alexaindre le había regalado por su boda. El dependiente, tomándolo por un ladrón llama a la guardia que lo traslada de nuevo a Rosal de la Frontera. Aquí será reconocido por un guardia civil paisano suyo y empezará su calvario por juicios y cárceles. El 18 de enero de 1940 lo condenan a muerte, “pero Franco se dio cuenta que ya habían matado a Lorca 3 años antes y no le venía bien fusilar a otro poeta, con la presión de amigos comunes, le bajan la pena a 30 de cárcel”. En un error burocrático lo dejan libre en septiembre, vuelve a Orihuela y lo vuelven a detener.  “Todos querían a su presa, el juez de Madrid y en Orihuela. Tenía dos juicios sumarísimos, que eso inhabilitaba los dos ya que la ley militar lo impedía, pero no se respetó con Miguel”.

José Luis Ferris también ha hablado de Luis Almarcha, obispo de León y procurador de las Cortes durante la dictadura franquista. “El alfa y el omega de Miguel”, al que conoció en su juventud cuando Almarcha era canónigo de la catedral de Orihuela y que pagó la impresión de los primeros 300 ejemplares de ‘Perito en lunas’. Tras la guerra civil, cuando vuelve del exilio, el religioso “volvió con un afán de venganza enorme y buscó a católicos que luego se pasaron a la República. Cuando Miguel está en la cárcel, que hubiera salido en pocos años porque tenía amigos falangistas y franquistas, aparece Almarcha y presiona a Miguel para que vuelva a su pasado religioso, pero nunca lo hizo, porque la dignidad la tenía por encima de todo”.

El 28 de marzo del 42 el poeta murió, o como dice Ferris, a Miguel Hernández “lo murieron”. “Cuando falleció, en aquella cárcel de Alicante, muchos verdugos pensaron que nadie volvería a acordarse de él, qué equivocados estaban, porque hoy, 80 años después de su muerte, Miguel Hernández vive más que nunca”.

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