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El San José cae goleado en Mairena tras volver a perdonar, pecar de exceso de confianza en superioridad numérica y mostrar una inoperancia ofensiva preocupante con el marcador en contra
Imaginen un combate de boxeo en el último asalto en el que uno de los púgiles es claramente inferior a su adversario, que parece esperar a darle el golpe de gracia. Sin embargo, como en las películas de Hollywood, cuando parece que va a arrojar la toalla, saca un gancho que noquea a su adversario... Pues ahora póngales el escudo del Mairena al que parecía derrotado y el del San José al que yace en la lona. Sólo que no fue un gancho, sino tres, los goleas que dejaron a cero el casillero cañamero.
La explicación del resultado se sustenta en tres pilares: el primero, la falta de acierto ante la meta rival. En esta ocasión no fueron muchas las ocasiones claras, pero hubo una especialmente sangrante en la que Luismi se anticipa a la defensa y aprovecha una mala salida del portero para quedarse solo dentro del área sin ninguna oposición e, increíblemente, mandarla fuera. “El gol de Abreu” decía Fran Martínez en los micrófonos de Radio Rinconada. Dicen los entrenadores que lo importante es crear las ocasiones, pero en el caso azulino, el equipo haría bien en materializarlas, porque tanto ante el Rinconada como ante el Mairena –las dos derrotas que luce en su casillero-, ha perdonado en exceso. El segundo pilar es la relajación o el exceso de confianza, llámenlo como quieran. En un duelo en el que el San José había sido claramente superior, con una presión asfixiante que no dejaba pensar a los alcoreños, no puede ser que el equipo se desconecte y conceda desaplicaciones defensivas inexplicables, coincidiendo con la expulsión de un rival con toda la segunda parte por delante, cuando se supone se te allanaba el camino de la victoria.
Cuando Baena vio la segunda amarilla –en el epílogo de la primera parte pudo haberla victo Raúl Cabrera, pero no lo entendió así Pérez Fernández para cabreo monumental (y con razón) de los locales-, Pedro Murciano habría firmado el 0-0 sin dudarlo un instante. Pero segundo después, la agresividad cañamera en la presión se diluyó como un azucarillo, llegó el gol de Raúl Carrera y, casi sin tiempo a reaccionar, el de Diego Rosado, que ya hicieron una cuesta demasiado empinada incluso para un equipo en superioridad y que acabó concediendo un tercer tanto en una contra, obra de Jurado, que evidenció aún más el descosido de la defensa azulina.
El último pilar, y quizás el más preocupante, fue la incapacidad para generar peligro del San José en superioridad numérica o ante la necesidad de irse arriba en busca de la portería contraria. Una inoperancia ofensiva que contrasta con las ocasiones de los primeros minutos, pero que ya se vio en el derbi y en duelos anteriores como ante el Palmar en la Copa RFAF.
Podría haber más críticas al juego del equipo o los resultados, pero serían ventajistas, si bien las expuestas ya generan suficiente trabajo para un Juan Carlos Menudo que, como en el derbi, volvió a traicionarse a sí mismo, con la acumulación de jugadores de ataque en los minutos finales que no le dieron ningún resultado.
El próximo fin de semana, ya en el Anexo por la resiembra del Felipe del Valle, el San José recibirá al Puebla, que viene de empatar ante el Mosqueo. Empieza a ser urgente reencontrarse con la victoria. Los cañameros son cuartos, a cuatro del Rinconada y a dos del Osuna y El Ventippo.