El escritor presentó en la Sala Maga ‘Venencos’, una antología de cuentos que aborda lejos de victimismos la emigración venezolana como experiencia colectiva que sangra a un país
Venencos es el término despectivo con el que se señala a los venezolanos inmigrantes. Una denominación que sirve a la vez de reivindicación de demasiadas historias de marchas y éxodos, de viajes y extrañamiento reunidas en los cuentos de Rodrigo Blanco. El escritor relata, desde la propia experiencia y a través de sus personajes, sus vivencias y las de tantos compatriotas en esa esa salida forzada del país que les vio nacer.
Blanco es venezolano. Pero también es ya de España, pues posee – y agradece – la nacionalidad española. Ha sido ciudadano del mundo, ha vivido en EE.UU., París y Málaga, donde reside. Su literatura – adornada de múltiples reconocimientos, entre otros el Premio III Bienal de Novela Mario Vargas Llosa – es su carta de presentación. Así como la bandera para hablar de su historia, de su país y de “lo que nadie habla en Venezuela”.
De ‘Venencos’ explicó el autor que – aunque su motivación y su línea argumental es la emigración y el exilio, con la distancia, las despedidas y las situaciones que ello provoca – nunca se planteó escribirlo así. Hasta el punto de considerar que es, de sus libros, “el más feliz”, ya que “no siento que lo haya escrito”. Revisando sus cuentos inéditos y los ya publicados en otras antologías o en revistas en los últimos 12 años, encontró que “el libro ya existía y dependía de un trabajo de selección”. De ahí por tanto la “felicidad, porque parece un libro hecho sin esfuerzo”.
Pero, por otro lado, es “el libro más doloroso que he publicado”, por lo que tiene de su biografía y de la tragedia que supone salir para no volver. Puso de relieve la duda de no saber “si esto será visible para el lector”, ya que “el tono con el que trato las historias de la emigración evita deliberadamente el victimismo, la cosa lacrimosa”. Pero, por nacer de su propia vivencia, “lo siento como el libro no solo más doloroso, sino como el más personal”.
Antología de una experiencia colectiva que marca a Venezuela
‘Venencos’ es “la experiencia más decisiva de mi adultez”. La emigración no deja de ser un drama en común de Blanco con más de 9 millones de venezolanos, que además “comparte toda Venezuela, porque la marcha de un tercio de la población es una amputación también para el país que queda, como si le hubiesen cortado un brazo o una pierna”. Es una antología pues de una experiencia colectiva que marca de forma indeleble a una sociedad.
En esta compilación se van sucediendo los cuentos. Con el sueño de ser tal vez “profesor latinoamericano en Francia” emulando a Bryce Echenique, como refirió, “acabé convertido en uno de sus personajes”. Especialmente por su experiencia de ser “estafado por una venezolana” tras llegar a París. Porque aseguró que “la emigración es un síntoma de todos los problemas que arrastra el país y que no desaparecen por arte de magia cuando los individuos se van”.
Con “el ojo siempre alerta” ante los problemas importados, en ese camino de más de una década fue construyendo cuentos y protagonistas en los que no refleja al emigrante “como un personaje heroico”. Desde sus vivencias los relata, pero dejando claro que “el inmigrante venezolano no es siempre un pícaro o un delincuente, los hay también honestos, gente que trabaja, que sufre”. Esa “variedad de matices evitando los puntos más dramáticos era lo que me interesaba” y acabó hilvanando cuento tras cuento en ‘Venencos’.
“El enemigo del emigrado siempre es un paisano de su propio país”
En estos cuentos además los personajes “no están siempre lamentándose” por su situación. De hecho, Blanco los considera “privilegiados” – como él mismo también se tiene – por haber podido salir del país de forma segura, sin tener que jugarse la vida por la selva como muchos se ven obligados a hacer, situación esta además que “no quise malbaratar con un cuento” y por eso no aparece nada al respecto en la antología. Con ellos, el escritor apostilla una frase absolutamente lapidaria, que dice que “el enemigo del emigrado siempre es un paisano de su propio país”.
Fernando Iwasaki, que guio la presentación, definió a Blanco como “viajero en el tiempo” por la precisión con la que, desde lo vivido y escrito en fechas pasadas, refleja hechos que pasan tanto en su país como en España.
Aunque considera que emigró “muy viejo para una verdadera asimilación cultural”, Rodrigo Blanco siente que en Málaga es “donde quería estar”. Y aunque no se define como exiliado, porque su salida fue voluntaria, es migrante y mantiene que “la condición de extranjero se la autoimpone uno”. Pero, tras 10 años fuera de Venezuela y casi 7 viviendo y entendiendo nuestro país, aseguró que “vivimos en un profundo desconocimiento del otro”. Al igual que para él, que antes de venir “todos los españoles eran gallegos”, la lectura de su antología permite al lector diferenciar y entender que en los venencos llegados hasta aquí está la historia y el drama de todo un país.