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Un total de 10 personas viven ya en la residencia para adultos con discapacidad y otros seis están en la actualidad en trámites. En Andalucía sólo hay siete experiencias públicas de este tipo.
"Esta es mi casa" o "aquí estoy muy contenta", son las frases que a la primera de cambio puede oir cualquier visitante por boca de cualquiera de las personas que desde hace casi un mes vive en la residencia para personas con discapacidad. Buen comienzo.
Lo primero que llama la atención de esta residencia es que, precisamente, no parece una residencia. La primera impresión confirma que se ha cumplido el objetivo arquitectónico con el que se diseñó y que se ha conseguido crear el ambiente hogareño de un piso de familia numerosa.
De momento, esta familia la componen 19 personas, de las que 10 son residentes que presentan discapacidad mental y cuyos tutores son ya mayores o tienen serias dificultades para poder atenderlos con plenas garantías. Los otros nueve son las monitoras-cuidadoras, la dinamizadora, el director, la limpiadora y la administrativa, la plantilla de profesionales que les atienden, cuidan, escuchan y comprenden.
Es imposible hablar de la residencia y ceñirse sólo a los residentes con plaza, puesto que los otros residentes, los que trabajan en ella, son una pieza clave del cariño y complicidad que se respira dentro de este complejo «y que se valora tanto en la selección como los títulos», como explica el responsable de esta realidad, José Manuel Romero Campos.
Rosario, Florencio, Mari Carmen, Manuel, Paco, Chari, Antonio, Pepe, Francisco Javier y Margarita, se sienten como en casa porque también en eso se nota la filosofía que se ha querido dar a la residencia. Aquí no están ingresados, son residentes de un ‘piso compartido’, tienen total autonomía y libertad de movimientos porque la residencia está siempre abierta. De hecho, por las tardes y los fines de semana, cuando no hay clases en el Centro Ocupacional, algunos de ellos van de visita a ver a sus familiares.
Tan en casa están que hasta tienen que compartir las tareas del hogar y se les exige, por ejemplo, que arreglen su habitación, que colaboren en la colada y hasta que realicen recados.
Rosario, Florencio, Mari Carmen, Manuel, Paco, Chari, Antonio, Pepe, Francisco Javier y Margarita, no lo saben, pero han encontrado aquí, la garantía de bienestar y atención permanente que ya no les faltará en toda su vida. Ellos no lo saben, pero la solidaridad de todos los rinconeros, les permite poner nombre propio a una de las siete iniciativas públicas de este tipo que existen en toda Andalucía. Una tranquilidad para ellos y un orgullo para todos.