José Antonio Martínez López es un rinconero afincado en Estocolmo, que estuvo becado en Harvard y que trabaja en el laboratorio del profesor Jens Hjerling Leffler, en el Instituto Karolinska, la institución que concede el Premio Nobel de Medicina. Ha participado recientemente en el descubrimiento de unas células de la piel (Schwann) que envuelven a los terminales nerviosos y que son las encargadas de iniciar la sensación de dolor, publicado en Science, una de las revistas científicas más prestigiosos a nivel mundial
José Antonio López Martínez (1983) es un rinconero al que su
trabajo, que desarrolla su labor en la ciencia, concretamente en la
Neurobiología, le ha llevado a trabajar en Estocolmo (Suecia), en una
institución de prestigio que deja a las claras su talento en su campo de
investigación.
Nacido y criado en el barrio de San José, donde comenzó sus
estudios en el CEIP Júpiter y en el IES San José de La Rinconada, se licenció
en Telecomunicaciones en la Facultad de Ingenieros de la Universidad de Sevilla.
Antes de finalizar la carrera, obtuvo una beca de iniciación a la
investigación en el laboratorio del profesor Rafael Fernández Chacón, en la
Facultad de Medicina de la Universidad de Sevilla, otorgada por el Ministerio
de Ciencia e Investigación, donde permaneció trabajando una vez acabados sus
estudios (2008), a la par que en el Instituto de Biomedicina de Sevilla (IBiS),
donde hizo su tesis doctoral en Neurociencias, relacionada con el estudio
molecular de la transmisión sináptica. Además, durante este tiempo hizo un
Master en la Escuela de Ingenieros de Sevilla y una estancia de seis meses
(veranos de 2012 y 2013) en el departamento de Neurobiología de la Facultad de
Medicina de la Universidad de Harvard en Boston (Estados Unidos).
En 2016 decide abandonar la
capital andaluza y se instala en Estocolmo (Suecia), donde empieza a trabajar en
el laboratorio del profesor Jens Hjerling Leffler, en el Instituto Karolinska, donde
se encuentra la asamblea que otorga cada año el premio Nobel de Medicina Allí,
dentro de un equipo de trabajo multidisciplinar en que coincide con otros
investigadores españoles, se embarca en diferentes proyectos relacionados con
el estudio de enfermedades humanas, en concreto diabetes tipo 2 y
esquizofrenia. Como él mismo dice, “si queremos encontrar una cura para una
enfermedad primero hay que saber dónde está el problema, de la misma forma que
cuando llevas el coche al taller el mecánico necesita saber dónde está el fallo
para poder arreglarlo”.
Allí, su trabajo consiste en comprender
qué ocurre durante la enfermedad en tipos de células específicos. “Por ejemplo,
para el estudio de la diabetes miramos el páncreas, donde se encuentran las
células beta encargadas de producir la insulina, entre otras. Para el estudio
de la esquizofrenia, estudiamos cómo la enfermedad afecta a la función
específica de diferentes tipos de neuronas en la corteza cerebral”.
José
Antonio destaca que “aquí disponemos de la tecnología necesaria para
cuantificar la expresión de cada uno de los genes de nuestro genoma en células
individuales, pudiendo llegar a tener información de miles de células, algo que
hasta hace poco era imposible”. Con estos datos, continúa, “mi trabajo consiste
en usar y desarrollar métodos computacionales para entender los mecanismos que
gobiernan estas enfermedades”.
De forma paralela, por aquello de
la transversalidad y de la aplicación de sus técnicas de estudios en otros
proyectos, también han estado profundizando en otro estudio que incide en la sensación
de dolor. En este sentido, han descubierto, con su aportación fundamental, que unas
células de la piel (denominadas células de Schwann), que envuelven a los
terminales nerviosos, inician la sensación del dolor, algo que puede ser vital
para el desarrollo de futuras investigaciones clínicas destinadas a reducirlo o
eliminarlo. Este descubrimiento ha sido tan relevante a nivel internacional,
que la revista ‘Science’, una de las más prestigiosas a nivel mundial, lo ha
aceptado para su publicación. “Los revisores y editores de las revistas
científicas valoran las publicaciones y pueden tardar incluso un año en aceptarlas,
en el caso que lo hagan, pero este trabajo fue aceptado inmediatamente dada su
relevancia”. De este descubrimiento, también se han hecho eco medios de
comunicación, como el británico ‘The Guardian’. “No tengo constancia de que
este descubrimiento haya sido mencionado aún en algún medio de comunicación en
España y me haría especial ilusión que el primero en sacarlo fuera Toma Nota,
el periódico de mi pueblo”.
Por último, pensando en su
futuro, no hace planes a largo plazo. De momento, está a gusto en Estocolmo, a
pesar del clima: “La falta de luz y el frío es algo a lo que te acostumbras, al
menos yo me he acostumbrado”, aunque sí reconoce que “echo en falta a mi
familia, a mis amigos y a mi pueblo.
Publicación en la Revista ‘Science’
https://science.sciencemag.org/content/365/6454/695
Noticia publicada en ‘The
Guardian’
https://www.theguardian.com/science/2019/aug/15/scientists-discover-new-pain-sensing-organ